Episode 460: 17 de Enero del 2025 - Devoción matutina para Adultos - ¨Con Jesús Hoy"
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DEVOCIÓN MATUTINA PARA ADULTOS 2025
“CON JESÚS HOY”
Narrado por: Exyomara Avila
Desde: Bogotá, Colombia
Una cortesía de DR'Ministries y Canaan Seventh-Day Adventist Church
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|| www.drministries.org ||
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17 de Enero
Caminando sobre las aguas
«Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo y comenzó a hundirse. Entonces gritó: "¡Señor, sálvame!". Al momento Jesús, extendiendo la mano, lo sostuvo y le dijo: "¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?"» (Mat. 14: 29-31).
Este texto forma parte de uno de los pasajes más asombrosos de los Evangelios (Mat. 14: 22-33). En la cuarta vigilia de la noche, cuando la oscuridad es mayor, Jesús avanza por encima de las olas al encuentro de los suyos, que se debaten contra la tempestad. Pedro, asombrado por el portento, le suplica al Maestro que le permita acudir hacia él sobre el agua. Jesús, condescendiente con la fogosidad aventurera del joven, se lo concede.
El discípulo avanza sobre las olas puestos los ojos en el Maestro. Pero olvidando el prodigio, llevado por la emoción del surf sin tabla y quizá distraído por un sentimiento de vanidad ante sus compañeros, de pronto pierde de vista a Jesús, el pánico se adueña de él y empieza a hundirse. Creyendo perecer arrastrado hacia el abismo, Pedro grita desesperado: «¡Señor, sálvame!».
Quizá no exista una oración más corta ni más importante en toda la Biblia.
El Maestro tiende la mano y lo saca a flote.
Cuando perdemos de vista a Jesús y queremos jugar a Superman podemos ponernos en peligro de muerte.
El error de Pedro no consistió en tener miedo, porque el miedo en situaciones extremas como esa es inevitable. Su fallo estuvo en perder de vista a Jesús, en un momento en que su supervivencia dependía de su comunión con él. Su problema fue olvidar que no podía seguir avanzando indefinidamente sobre el agua por sus propios medios.
Abandonados a nosotros mismos, nos hundimos. Hay circunstancias que pueden acabar con nosotros. En cualquier peligro necesitamos aferrarnos al brazo de Cristo que nos levanta y nos salva.
Su amor puede más que los vientos del odio, el huracán de la pasión, los torbellinos del egoísmo, las mareas altas del orgullo y la falsa calma de la indiferencia. Su misericordia es mucho mayor que nuestra vana estupidez, nuestra insensata imprudencia o nuestra necia vanidad.
Señor, recuérdame hoy que, en la travesía de la vida, cuando estoy en alta mar, el «surf sin tabla» no funciona, pero que de tu mano estaré siempre salvo y seguro, aun en medio de las peores tormentas.
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