622. Día 4. La felicidad de navidad (Novena de Navidad)
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Juan David Betancur Fernandez
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Había una vez un pueblo llamado Colores Brillantes, donde las casas parecían cajas de colores derretidos y la nieve caía en suaves copos de todos los colores del arcoíris, en este pueblo vivía una niña llamada Cassie . Cassie adoraba la Navidad más que a nada en el mundo. No por los regalos o las luces, sino por la sensación cálida y burbujeante que le inundaba el corazón, una especie de cosquilleo mágico que llamaba "La Felicidad de Navidad".
Sin embargo, este año, Cassie notaba que la "Felicidad de Navidad" no brillaba con la misma intensidad pese a que ella quería ser feliz. A pesar de los árboles adornados con luces y grandes bolas de colores, los villancicos cantados a todo pulmón y las galletas de mantequilla con forma de estrella, Cassie sentía un vacío que no podía explicar. Sus amigos también parecían un poco tristes y apagados, como si a la magia le faltara una pizca de su ingrediente secreto.
Una tarde, mientras paseaba por el parque, Cassie vio algo inusual. En un rincón sombrío, lejos de las luces navideñas, había un anciano que Cassie conocía ya que siempre estaba en el parque. Pero esta vez estaba sentado en un banco , con la mirada perdida . Se llamaba Don Sol, y aunque su nombre evocaba calor, su rostro transmitía tristeza que semejaba frialdad. Cassie , con la curiosidad que la caracterizaba, se acercó a él.
"¿Por qué estás tan triste, Don Sol?" preguntó Cassie con dulzura.
Don Sol suspiró. "He perdido mi 'Chispa de Alegría'," respondió con voz apagada. "Antes, sentía la misma felicidad navideña que tú, pero ahora, parece que se ha ido para siempre."
Cassie sintió un nudo en el estómago. Si alguien como Don Sol, que parecía irradiar bondad, había perdido su "Chispa de Alegría", ¿qué esperanza había para ella y para el resto del pueblo? Decidió que debía hacer algo.
Cassie se embarcó en una misión para encontrar la "Chispa de Alegría" de Don Sol. Primero, reunió a sus amigos y les explicó la situación. Juntos, decidieron buscar pistas en los lugares más felices del pueblo: la heladería, donde los helados de mil colores siempre arrancaban sonrisas; la tienda de juguetes, donde la risa de los niños resonaba en cada rincón; y la plaza principal, donde los músicos tocaban melodías alegres.
Pero la "Chispa de Alegría" no aparecía por ningún lado. Cassie y sus amigos se sentían desanimados. La "Felicidad de Navidad" parecía más escurridiza que nunca. Entonces, Cassie recordó algo que su abuela le había dicho: "La verdadera felicidad no se encuentra, se crea."
Con una nueva chispa de esperanza, Cassie y sus amigos decidieron cambiar su estrategia. En lugar de buscar la felicidad, empezarían a regalarla. Comenzaron a crear pequeños actos de bondad: ayudaron a la anciana de la tienda de dulces a ordenar sus caramelos, regalaron dibujos a los niños solitarios, e incluso organizaron un pequeño concierto de navidad improvisado en el parque para animar a los vecinos.
Mientras hacían estas acciones, Cassie comenzó a sentir algo extraño. No era la "Felicidad de Navidad" que conocía, sino algo más profundo y poderoso: la alegría de hacer felices a los demás. Y para su sorpresa, esta nueva sensación comenzó a irradiarse hacia sus amigos, quienes sonreían con una luz especial en los ojos.
Finalmente, Cassie y sus amigos se acercaron a Don Sol. Le contaron sobre su aventura y los actos de bondad que habían realizado. Le ofrecieron una taza de chocolate caliente y le obsequiaron una pequeña guirnalda hecha a mano, llena de corazones de papel.
Don Sol tomó la guirnalda con manos temblorosas y, mientras miraba l
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