DE LA CRUZ A LA GRACIA | ANGEL CASAS
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CASA DEL REY CANCUN UNA FAMILIA CON PROPOSITO “De la cruz a la gracia” LEY * CRUZ * GRACIA ¿Qué había en el Señor, que no permitió que nada de esto lo contamine? Él estaba tan lleno de gracia y de verdad, que no tenía un lugar vacío para el veneno del legalismo. Juan, uno de los doce discípulos, capturó en cinco versos la esencia de lo que hacía al Señor tan atractivo a las masas, Juan 1:14-18. S. Juan 1 14Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. 15Juan dio testimonio de él, y clamó diciendo: Este es de quien yo decía: El que viene después de mí, es antes de mí; porque era primero que yo. 16Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. 17Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. 18A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer. Un hijo de Dios no es atractivo por su sistema religioso ni por su rigidez espiritual, sino por la cantidad de gracia que permite que emane de él, por causa de una relación viva con el Cristo resucitado. Cristo es la imagen misma de la presencia del Dios. Se caracterizaba, porque estaba lleno de gracia y de verdad. Su gloria estaba mezclada con la gracia y la verdad, que lo distinguía de un mundo de tinieblas y demandas, de reglas y reglamentos, de requisitos y expectativas demandadas por los líderes religiosos de aquel tiempo. De esta forma, aparece el Señor en escena, lleno de gracia y verdad. Así lo introduce Juan, ministrando de una forma totalmente diferente. Un Cristo que vivió en una forma distinta, impactó a las personas de una manera extraordinaria. Introdujo un estilo revolucionario de vida, por eso, el verso 16 dice: «Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia». Aquella plenitud en Cristo, marcó la vida de los primeros discípulos, de tal manera, que quienes lo aceptaron, recibieron también su compasión. El estilo de Cristo, se convirtió en su propio estilo. Absorbieron su amor y su misericordia. Esto fue tan poderoso, que a fines del siglo primero, doce hombres con quienes nadie hubiera podido hacer nada, fueron transformados poderosamente por el poder de la gracia de Dios. ¡Qué gracia maravillosa! Los discípulos no solamente tomaron de su plenitud, sino que Juan nos dice que, además recibieron gracia sobre gracia. No se puede medir, no se puede cuantificar, porque la gracia del evangelio de Jesucristo es grande y más excelente que la gracia que trajo la ley por medio de Moisés. Ya que la ley exigía reglas y requisitos. Todo era condición y templo. Tenían que hacer algo para recibir, para ser aceptados, porque bajo la Ley de Moisés, el servicio a Dios no era el resultado de amor, sino de culpa y vergüenza. Esto producía ridículas expectativas que incrementaban el fuego de los fariseos y satisfacía su orgullo, que se concentraba en la conducta externa y constante vigilancia del bien y el mal, especialmente en otros. El sistema legalista era tan rígido, que llevaba a juicios crueles, inflexibles, intolerantes e incapaces de amar legítimamente. La obediencia era un asunto de compulsión, en vez del fluir motivado por amor. Pero la gracia que el Señor nos vino a impartir consiste en perdón, bendición, paz, prosperidad, santificación, redención. La gracia de Dios que vino por medio de Jesucristo, es transformadora. Al ser más excelente y superior, la gracia de Cristo absorbe lo que proveía la ley que vino por medio de Moisés. Gracia sobre gracia es compasión. Es un favor superior a la ley y no se puede medir. Entonces, cuando llegó la gracia y la verdad a través de Cristo, comenzó una revolución que libertaba los cautivos de la religión. Juan 8:31-38 31 Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; 32 y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. 33 Le respondieron: Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: Seréis libres? La Verdad expone a Cristo y da gracia, la ley expone el pecado y da culpa
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