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Sirviendo al Señor aquí y allí - David Quintana

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Nací en el municipio de L’Escala hace casi 92 años, en la hermosa tierra

ampurdanesa, así que, según me dicen, soy uno de los Pastores más veteranos de

la Unión. Crecí en un hogar cristiano donde mis padres y abuelos habían

conocido a Cristo a través del insigne misionero Erik Lund, el primer misionero

bautista sueco que evangelizó en nuestro país y que comenzó su labor al

principio muy cerca de la frontera francesa, entre los pueblos de la costa como

Llançà, Port de la Selva y L’Escala. Pronto contó con ayudas importantes como

la del “avi Salvi Lasús” como uno de sus primeros convertidos y colaboradores y

claro referente. Al parecer Lund no avanzaba más hacia el sur por si necesitaba

escapar. En esas visitas a los pueblos como colportor, dejando literatura

evangélica, llegó a hablar catalán y por ello la gente le escuchaba con

interés, aunque con cierto temor al saber que era protestante y extranjero y,

como sabemos, España sólo podía ser católica.

En dichos pueblos se iban estableciendo grupos de cristianos. En

L’Escala alquiló una sala de bailes, donde los vecinos fueron a escucharle y

así mis abuelos y padres se convirtieron. Después ya pudo cruzar la frontera

con más estabilidad y comenzó a predicar en Figueres hacia 1887. Así, me

cuentan mis padres que su labor misionera era muy activa

El ‘Sr. Enric’, así era conocido en casa el audaz misionero, continuó

con su labor de plantación de iglesias hacia el sur y fue relevado por el

hermano Salvi del que muchos creían que sería el último al frente de la obra en

L’Escala. Sin embargo, cuando este hermano falleció las reuniones en casa las

continuó mi padre Francisco, el único convertido entre su familia, mientras

Antonio Muniesa era el supervisor de la zona recorriendo los lugares de

testimonio.

Más tarde los domingos nos visitaban también Pastores como Feliu Simón,

Ambrós Celma y Antoni Almudévar o laicos como Pere Mateu, que nos acompañó durante

toda la 2ª Guerra Mundial. Así, normalmente no nos faltaba predicador y, de lo

contrario, recibíamos el sermón circular dominical escrito que solía enviar

Samuel Vila y también las grabaciones en la gramola que enviaron los misioneros

norteamericanos. Nunca faltó la Palabra.

Personalmente acepté al Señor a la edad de 15 años con Antonio Muniesa,

y yo era buen amigo de su hijo David. Puedo confirmar que seguir a Jesús en

esos momentos no era fácil. De hecho, nuestro hogar que era conocido antes como

la “casa del tejedor” pasó a tener el nombre popular de la “casa de los

protestantes” ya que la iglesia estaba cerrada y las reuniones se celebraban en

las casas, debido a las denuncias vecinales. Con el permiso del alcalde se

podían celebrar estas reuniones si no superaban las veinte personas reunidas. Y

la marca diferencial continuó en mi escuela al ser conocido también como “el

protestante” al ser yo el único. Sin duda, esa etiqueta no era en ningún

momento un reconocimiento ni un halago, y no me faltaban insultos, pero el

maestro Joan era muy comprensivo y me evitaba las misas.

En mi juventud el turismo extranjero que marcó y marca mi provincia

comenzó a llegar de forma masiva y con él el trabajo como electricista. Las

restricciones propias de la dictadura de Franco eran duras y las reuniones

seguían siendo domésticas. Seguíamos recibiendo las visitas de los Pastores

Samuel Vila, Aurelio del Campo, Antonio Almudévar y otros. Hubo la intención de

comprar un solar para edificar una iglesia, con la ayuda de los misioneros

norteamericanos de Figueres, pero el boicot católico no tardó en aparecer y la

compra no se materializó.

A insistencia de la mayoría de mi familia -que vivía allí- viajé a los

32 años a Mar del Plata (Argentina) donde trabajé como electricista, y me

integré en la Obra acompañando y traduciendo a misioneros. Poco después ingresé

en el Seminario Evangélico de Bahía Blanca donde me formé teológicamente

durante 4 años y otro más de prácticas en Necochea. En ese último tiempo conocí

a una bella organista llamada Betty que luego, tras los estudios, sería mi

esposa en 1971 y con la que Dios nos regaló a nuestra hija Débora.

Recientemente hemos celebrado nuestras bodas de oro.

Ya graduado y tras la boda a los 40 años, serví en el pastorado de

varias iglesias (General Madariaga, Morón, González Chaves, etc.) de la Unión

Evangélica Argentina y donde se integraban las iglesias bautistas. Después del

tiempo de pastorado, en 1973 tomamos un paréntesis para formación de maestros y

evangelismo de niños durante tres años.

Unos años después llegó a Mar del Plata el barco Doulos y se presentó a

España como un país de gran necesidad misionera y entonces decidí regresar y

servir allí al Señor de forma completa. Así pues, me comuniqué con Samuel Vila

para ponerme a disposición y el Señor abrió las puertas a través de la

misionera Violeta Campderrós, que hizo gestiones para conseguir los fondos

iniciales de los gastos de viaje.

Así pues, en 1984 regresé a casa, el Ampurdán, donde me ofrecieron el

pastorado de Figueres y L’Escala y de nuevo servir en la UEBE pues los

misioneros norteamericanos regresaban a su país y era necesaria una labor

pastoral e iniciamos campañas evangelísticas con coro y enseñanza de

instrumentos (con la inestimable ayuda de la citada organista), combinando las

actividades en las dos iglesias. Esta etapa fue muy hermosa, con muchos niños y

adolescentes, especialmente en L’Escala, y que confiamos que esa semilla pueda

crecer y continuar en los hogares de estos jóvenes. Como ejemplo, se da la

circunstancia curiosa que allí el alcalde era, en ese momento, un antiguo

alumno de la Escuela Dominical y facilitó mucho nuestra labor; incluso tuvimos

una campaña con Luis Palau -su familia es originaria de L’Escala- en la que incluso

participó el sacerdote católico. En esta labor pastoral en las dos iglesias me

desempeñé durante ocho años hasta la jubilación, cuando me sustituyó el joven

Eleazar Martínez con su esposa M.ª Victoria, ambos recién graduados del

Seminario Bautista.

Desde entonces seguimos viviendo en Figueres y ahora asistimos y

participamos en la iglesia de Roses, que está por cumplir su primera década, y

donde deseamos ver el crecimiento de la obra, involucrados en el programa coral

y la oración. A la vez participamos en un programa especial para la tercera

edad en Figueres. Damos gracias a Dios por su cuidado y fidelidad a lo largo de

todos estos años.

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Nací en el municipio de L’Escala hace casi 92 años, en la hermosa tierra

ampurdanesa, así que, según me dicen, soy uno de los Pastores más veteranos de

la Unión. Crecí en un hogar cristiano donde mis padres y abuelos habían

conocido a Cristo a través del insigne misionero Erik Lund, el primer misionero

bautista sueco que evangelizó en nuestro país y que comenzó su labor al

principio muy cerca de la frontera francesa, entre los pueblos de la costa como

Llançà, Port de la Selva y L’Escala. Pronto contó con ayudas importantes como

la del “avi Salvi Lasús” como uno de sus primeros convertidos y colaboradores y

claro referente. Al parecer Lund no avanzaba más hacia el sur por si necesitaba

escapar. En esas visitas a los pueblos como colportor, dejando literatura

evangélica, llegó a hablar catalán y por ello la gente le escuchaba con

interés, aunque con cierto temor al saber que era protestante y extranjero y,

como sabemos, España sólo podía ser católica.

En dichos pueblos se iban estableciendo grupos de cristianos. En

L’Escala alquiló una sala de bailes, donde los vecinos fueron a escucharle y

así mis abuelos y padres se convirtieron. Después ya pudo cruzar la frontera

con más estabilidad y comenzó a predicar en Figueres hacia 1887. Así, me

cuentan mis padres que su labor misionera era muy activa

El ‘Sr. Enric’, así era conocido en casa el audaz misionero, continuó

con su labor de plantación de iglesias hacia el sur y fue relevado por el

hermano Salvi del que muchos creían que sería el último al frente de la obra en

L’Escala. Sin embargo, cuando este hermano falleció las reuniones en casa las

continuó mi padre Francisco, el único convertido entre su familia, mientras

Antonio Muniesa era el supervisor de la zona recorriendo los lugares de

testimonio.

Más tarde los domingos nos visitaban también Pastores como Feliu Simón,

Ambrós Celma y Antoni Almudévar o laicos como Pere Mateu, que nos acompañó durante

toda la 2ª Guerra Mundial. Así, normalmente no nos faltaba predicador y, de lo

contrario, recibíamos el sermón circular dominical escrito que solía enviar

Samuel Vila y también las grabaciones en la gramola que enviaron los misioneros

norteamericanos. Nunca faltó la Palabra.

Personalmente acepté al Señor a la edad de 15 años con Antonio Muniesa,

y yo era buen amigo de su hijo David. Puedo confirmar que seguir a Jesús en

esos momentos no era fácil. De hecho, nuestro hogar que era conocido antes como

la “casa del tejedor” pasó a tener el nombre popular de la “casa de los

protestantes” ya que la iglesia estaba cerrada y las reuniones se celebraban en

las casas, debido a las denuncias vecinales. Con el permiso del alcalde se

podían celebrar estas reuniones si no superaban las veinte personas reunidas. Y

la marca diferencial continuó en mi escuela al ser conocido también como “el

protestante” al ser yo el único. Sin duda, esa etiqueta no era en ningún

momento un reconocimiento ni un halago, y no me faltaban insultos, pero el

maestro Joan era muy comprensivo y me evitaba las misas.

En mi juventud el turismo extranjero que marcó y marca mi provincia

comenzó a llegar de forma masiva y con él el trabajo como electricista. Las

restricciones propias de la dictadura de Franco eran duras y las reuniones

seguían siendo domésticas. Seguíamos recibiendo las visitas de los Pastores

Samuel Vila, Aurelio del Campo, Antonio Almudévar y otros. Hubo la intención de

comprar un solar para edificar una iglesia, con la ayuda de los misioneros

norteamericanos de Figueres, pero el boicot católico no tardó en aparecer y la

compra no se materializó.

A insistencia de la mayoría de mi familia -que vivía allí- viajé a los

32 años a Mar del Plata (Argentina) donde trabajé como electricista, y me

integré en la Obra acompañando y traduciendo a misioneros. Poco después ingresé

en el Seminario Evangélico de Bahía Blanca donde me formé teológicamente

durante 4 años y otro más de prácticas en Necochea. En ese último tiempo conocí

a una bella organista llamada Betty que luego, tras los estudios, sería mi

esposa en 1971 y con la que Dios nos regaló a nuestra hija Débora.

Recientemente hemos celebrado nuestras bodas de oro.

Ya graduado y tras la boda a los 40 años, serví en el pastorado de

varias iglesias (General Madariaga, Morón, González Chaves, etc.) de la Unión

Evangélica Argentina y donde se integraban las iglesias bautistas. Después del

tiempo de pastorado, en 1973 tomamos un paréntesis para formación de maestros y

evangelismo de niños durante tres años.

Unos años después llegó a Mar del Plata el barco Doulos y se presentó a

España como un país de gran necesidad misionera y entonces decidí regresar y

servir allí al Señor de forma completa. Así pues, me comuniqué con Samuel Vila

para ponerme a disposición y el Señor abrió las puertas a través de la

misionera Violeta Campderrós, que hizo gestiones para conseguir los fondos

iniciales de los gastos de viaje.

Así pues, en 1984 regresé a casa, el Ampurdán, donde me ofrecieron el

pastorado de Figueres y L’Escala y de nuevo servir en la UEBE pues los

misioneros norteamericanos regresaban a su país y era necesaria una labor

pastoral e iniciamos campañas evangelísticas con coro y enseñanza de

instrumentos (con la inestimable ayuda de la citada organista), combinando las

actividades en las dos iglesias. Esta etapa fue muy hermosa, con muchos niños y

adolescentes, especialmente en L’Escala, y que confiamos que esa semilla pueda

crecer y continuar en los hogares de estos jóvenes. Como ejemplo, se da la

circunstancia curiosa que allí el alcalde era, en ese momento, un antiguo

alumno de la Escuela Dominical y facilitó mucho nuestra labor; incluso tuvimos

una campaña con Luis Palau -su familia es originaria de L’Escala- en la que incluso

participó el sacerdote católico. En esta labor pastoral en las dos iglesias me

desempeñé durante ocho años hasta la jubilación, cuando me sustituyó el joven

Eleazar Martínez con su esposa M.ª Victoria, ambos recién graduados del

Seminario Bautista.

Desde entonces seguimos viviendo en Figueres y ahora asistimos y

participamos en la iglesia de Roses, que está por cumplir su primera década, y

donde deseamos ver el crecimiento de la obra, involucrados en el programa coral

y la oración. A la vez participamos en un programa especial para la tercera

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