El Señor Bonet por Félix Ortiz
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Por Félix Ortiz
Este artículo se llama así intencionalmente. Desde que conocí, al que
posteriormente se convirtió en mi suegro, siempre le llamé de este modo, señor
Bonet. Era tal su dignidad que nunca
consideré que fuera apropiado llamarle de otra manera. Y con este artículo no
pretendo hacer una crónica de sus contribuciones a la obra bautista en particular
y a la evangélica en general ya que ambas cosas ya están recogidas en los
libros de historia, algunos escritos por él mismo; tan solo pretendo hacer una
semblanza, es decir, una descripción del carácter de la persona. Semblanza que,
naturalmente, es totalmente subjetiva ya que se trata de la forma en que yo
percibí la vida del señor Bonet como miembro de su familia y como persona
dedicada a tiempo completo al ministerio cristiano que soy.
El señor Bonet siempre fue (de hecho, sigue siéndolo) un referente para
mí en cuanto a la forma de ser y vivir como pastor. Un referente es alguien que
sirve de modelo, del cual puedes tomar pautas o principios de comportamiento
que haces tuyos, que incorporar en tu forma de ser pastor y servir a la
congragación. Principios y pautas que cuando vives y experimentas determinadas
situaciones ministeriales vienen a tu mente para ayudarte a navegar las
situaciones complejas del pastorado. Porque alguien puede ser un referente en
tu vida aunque no estés al cien por ciento de acuerdo con él, y nosotros
teníamos muchas diferencias en cuanto a qué hacer con el ministerio y cómo
hacerlo. Quiero, pues, reflejar algunos de esos rasgos de su carácter, los que
yo experimenté y vi de cerca.
Compostura es la capacidad para en medio de un conflicto o situación
tensa, mantenerse calmado, centrado y mantener en todo momento la perspectiva.
He tenido, como tantos pastores, que vivir desagradables reuniones de iglesia
donde las personas dicen de todo sin ningún tipo de filtros y donde,
lamentablemente, el pastor se convierte en foco de frustraciones personales y/o
familiares. En las que a mí me ha tocado vivir he tenido presente la capacidad
de compostura, tal y como antes he descrito que siempre mantuvo y que tan bien
me ha servido en mi liderazgo.
Ecuanimidad es la imparcialidad de juicio, es no buscar el beneficio
propio aun cuando el hacerlo no sería ilegítimo, pero, lamentablemente, podría
dar pie a que alguien lo interpretara como tal. Realmente ilustraba las
palabras del apóstol cuando afirmaba que el líder debe servir no por ganancia
deshonesta sino con ánimo pronto.
El señor Bonet era una persona digna, no solo en la forma, todo él en su
presencia era digno, desde su porte hasta su forma de vestir (una de nuestras
controversias habituales) sino, lo que es más importante, en el fondo, porque
entiendo que una persona digna es aquella que se comporta con responsabilidad,
seriedad y respeto hacia sí mismo y los demás en todo momento.
La excelencia era otra de las cualidades que adornaban su persona y su
trabajo. Lo que hacía, realmente lo hacía bien, no podía hacerlo de otra
manera, aunque los que le rodeábamos considerábamos que ya era suficiente, él
persistía, era la forma natural en que las cosas le fluían.
Yo describo a mi suegro como una persona de profundas convicciones. Como
anteriormente he mencionado, podía disentir y hacerlo profundamente con su
manera de ver y entender el ministerio, pero nunca con la coherencia y
consistencia con que vivía aquellas ideas que daban sentido y propósito a su
vida. Podías rechazar sus ideas, pero no podías ser indiferente a su carácter.
El señor Bonet fue un hombre humilde que nunca hizo ostentación de lo
mucho que había contribuido al crecimiento de la obra bautista en Cataluña y
España y a la obra evangélica en general tanto en nuestro país como fuera del
mismo. Muchas instituciones evangélicas recibieron la impronta de las
cualidades antes descritas.
Podría seguir, pero es tiempo de concluir. Pere Bonet fue un hombre de
dedicación. Invirtió sus dones y habilidades para bendecir a las iglesias
locales que pastoreó (de forma bivocacional durante muchos años porque estas no
podían sustentarlo) y la denominación de la que tan orgulloso de formar parte
se sentía.
En fin, el señor Bonet fue un hombre de su tiempo del que se puede
afirmar, como se hizo con el rey David, que sirvió a su generación. Perteneció
a ese tiempo épico en que mujeres y hombres como él lucharon contra viento y
marea para que el evangelio pudiera florecer en nuestro país, y que nos dejaron
un legado en forma de organizaciones e instituciones que continúan dando fruto
y contribuyendo a la construcción del Reino. Son los que construyeron nuestra
Unión Bautista.
En el funeral del señor Bonet utilicé el texto de Apocalipsis 14:13 que
afirma: Y oí una voz que decía: desde el cielo: — Escribe esto: “Dichosos desde
ahora los muertos que mueren en el Señor. El Espíritu mismo les asegura el
descanso de sus fatigas, por cuanto sus buenas obras los acompañan”. Lo hice
porque creía y sigo creyendo que esas palabras representaban lo que era su
vida, porque él ya murió, pero su cualidad de referente persiste.
¿Era el señor Bonet perfecto? No, naturalmente, como ninguno de nosotros
lo somos, y ya al principio de estas líneas manifesté el carácter total y
absolutamente subjetivo de mi perspectiva. Pero, después de haber convivido con
él más de cuarenta años lo narrado es lo que me queda. Suegro, ojalá pueda ser
recordado como tú lo eres.
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