¿Por qué se perpetúan las dictaduras? (Primera parte)
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Las razones de la perpetuación Vamos a exponer unas líneas sobre el marco lógico de desenvolvimiento de las dictaduras, ellas son: La ausencia de contra poderes que permitan establecer límites al ejercicio del poder. La imposibilidad institucional para que los opositores logren ser gobierno. Las limitaciones a los derechos básicos: libertad de expresión, libertad política, libertad económica y el ejercicio arbitrario del poder en beneficio propio, de un grupo, clase o minoría que sostiene el sistema frente al imperio de la ley del Estado de Derecho. La intolerancia: para el régimen quienes piensan diferente son vistos como cualquier cosa menos como gente. El arraigo de una cultura social e individual que favorece el autoritarismo, donde se presentan los rasgos siguientes: El miedo y el terror. La impunidad. La corrupción. La colaboración y la complicidad. La indolencia y la indiferencia. La anti política y la anarquía social. La llamada “viveza criolla”, esa actuación individual al margen de la ética sin consideración de consecuencias y ni de repercusiones. El comportamiento evasivo: “si no lo hago yo otro lo hará”, “que se joda esta vaina de una vez”. La imposibilidad de ejercicio cívico del individuo en los asuntos de estado en independencia de su juicio ideológico. La caída de un dictador no significa el fin de la dictadura. La dictadura es una máquina perversa que se alimenta a si misma por la vía de la desconstrucción institucional y del arraigo de una cultura social e individual de sumisión, irresponsabilidad y anarquía que interactúan de manera contradictoria y simultánea. El terror y el miedo Los oligarcas para perpetuarse en el poder utilizan los recursos del Estado apoyándose en la psicología social e individual y en tecnologías inexistentes en el pasado. Esto explica la práctica de los gobiernos autoritarios por medio de la desinformación, de la propaganda política llena de contradicciones y de los cambios de versiones sobre los problemas del país. En este contexto reina la inseguridad de todo género y se provoca una percepción de peligro, real o supuesto, que somete a la gente a un escenario donde los gobernantes saben a donde van y donde los ciudadanos pierden todo el control sobre su presente y su futuro. Cuando la “nomenklatura”[1] agota su fase fundada en el miedo, se inicia con el terror, así de una sociedad temerosa de su supervivencia ve surgir prácticas represivas cuyo propósito es hacer que ese miedo supere los controles del cerebro y ya no se pueda ni pensar, ni actuar racionalmente. En sociedades donde existe miedo y terror generalizado es porque hay una dictadura. La impunidad El control social por la vía de la desestabilización se apoya en la impunidad selectiva. Se construye todo un marco legal, desde la propia constitución, las leyes, los reglamentos, hasta los decretos, donde cualquier ciudadano es de manera técnicamente e inevitable un infractor, cualquier acto puede ser calificado como delito, hasta pensar diferente y expresarlo. Pero esas leyes tienen cumplimiento expedito sujeto a la parcialidad política del sujeto, las leyes no aplican de manera igualitaria para la sociedad, la impunidad es la norma. La corrupción En la actualidad los efectos de la corrupción, van más allá del simple aprovechamiento de los recursos del Estado para amasar fortuna para el agente de corrupción, para sus familiares o para sus amigos. La corrupción constituye una fuente de poder adicional, al estilo de las mafias, donde los que ingresan a la secta no pueden salir de ella y son extorsionados, a través de la encomienda de trabajos que al gobernante no le conviene ejecutar, so pena de ser sancionado. La corrupción se puede manifestar a través de muchas formas, las más conocidas son: El uso ilegítimo de información privilegiada. El tráfico de influencias. El clientelismo. Los sobornos y las extorsiones. Los fraudes y la malversación. Las decisiones voluntarias del poder judicial contrarias a la ley (prevaricación). Los nombramientos en cargos públicos de familiares o amigos con base en lealtades e intereses sin considerar méritos (nepotismo). La capacidad del poder ejecutivo para auto nombrar autoridades en otros poderes sin control externo (cooptación). El uso arbitrario del poder (despotismo). La colaboración y la complicidad Una dictadura no se arraiga sino cuenta con los llamados “colaboradores”, son aquellos que auxilian y cooperan con el ejercicio autoritario y abusivo por parte del gobierno, utilizan como coartada moral la afinidad ideológica, la simpatía con el régimen o la coincidencia de objetivos para mantener su zona de confort o espacio vital. Puede que sean víctimas del miedo y la coacción que ejerce la dictadura. El colaborador evita de manera abierta y activa obtener ganancias, enriquecimientos o favores, lo hace en forma pasiva. La figura más importante para el ejercicio represivo es la del cómplice, quien coopera de manera abierta y directa en la ejecución de delitos políticos, económicos, sin cuya participación el hecho punible difícilmente hubiera ocurrido, aun cuando no domine, ni sea el autor intelectual del hecho. La indolencia y la indiferencia El autoritarismo encuentra tierra fértil cuando se hace presente la indolencia y la indiferencia moral. La indolencia reviste menos gravedad pues se refiere a quienes estoicamente se resignan y superan el infortunio de entornos faltos de humanidad y esperan que los demás lo soporten como algo natural. La indiferencia moral ocurre por baja sensibilidad social donde la desidia y la apatía ante hechos degradan a la "persona" carente de valores universales, cuando hay indiferencia hacia los otros, lo importante es el propio yo del indiferente. La anti política y la anarquía social En la forma más común del término, la anti política se define como la actitud de aquellos que se oponen a las prácticas usuales del ejercicio político, de los partidos y de los políticos. En la anti política activa prevalece la acusación de "politiquería", de abstracción, de procedimientos innecesarios, de retrasos, de la inutilidad de las formas de organización social, lo que se quiere hacer es un cambio inmediato y radical a través de una "acción enérgica", práctica y fructífera, después vendrán los planes, así la calle y el desorden reinan. Es una suerte de suicidio político al querer enfrentar a un adversario en su propio terreno: el de la violencia y la intolerancia. Es también un suicidio político dejarse arrastrar por prácticas sin propósito que poco difieren de las mismas de una dictadura. El comportamiento evasivo La tendencia hacia la postración social, ésta es una variante del trastorno de evitación producto del ejercicio del autoritarismo. Las dictaduras por la vía de la amenaza, del lenguaje soez y de la ofensa provocan y propagan la inhibición social, un estado permanente de ansiedad, que conduce a la persona a eludir las situaciones que son de necesaria resolución para actuar en el ejercicio de sus obligaciones y su derechos cívicos. La picardía o viveza criolla Esta es una anomalía moral que consiste en justificación de comportamientos individuales a partir de la existencia de un ambiente donde reina la desconfianza, con esos comportamientos se busca obtener de manera práctica cualquier ventaja sin importar las consecuencias o los demás. En Venezuela, el dramaturgo José Ignacio Cabrujas, trató de manera clara el proceder, citamos: “A mí me quedó la imagen de un caraqueño alegre cargando media res en su hombro, pero no era un tipo famélico buscando el pan, era un "jodedor" venezolano, aquella cara sonriente llevando media res se corresponde con una ética muy particular; si el Presidente es un ladrón, yo también”[2]. Palabra final Todas estas categorías no son entes abstractos, ellas emergen de la acción del individuo en una sociedad fracturada, todos esos fenómenos se encuentran presentes como realidad en cada individuo de la sociedad autoritaria y coexisten a pesar del aparente rechazo al autoritarismo. La anti política y la anarquía social es el peor mal social que puede acogotar a la clase media, este no ha sido el camino de Mandela, de Gandhi, de Luther King, este camino no conduce a Roma, es el que conduce a escenarios como el de Siria, Ucrania, Libia, con ratificación de la dictadura. [1] “El nombre de nomenklatura define una élite de la sociedad de la extinta Unión Soviética, formada casi exclusivamente por miembros del Partido Comunista de la Unión Soviética que tenía grandes responsabilidades como grupo humano encargado de la dirección de la burocracia estatal, y de ocupar posiciones administrativas claves en el gobierno, en la producción industrial y agrícola, en el sistema educativo, en el ambiente cultural, etc. obteniendo usualmente grandes privilegios derivados de la ejecución de dichas funciones.” http://es.wikipedia.org/wiki/Nomenklatura. En repúblicas bananeras la nomenklatura se extiende a los familiares de los gobernantes a quienes se destaca en funciones públicas. [2] http://www.analitica.com/bitblioteca/cabrujas/viveza.asp
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