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#266 El Bunyip de Rosa Cambell Pread

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El Bunyip (The Bunyip) es un relato de terror de la escritora australiana Rosa Campbell Praed (1851-1935), publicado originalmente en la antología de 1891: Cuentos de la vida australiana de damas australianas (Tales of Australian Life by Australian Ladies). El Bunyip, probablemente el mejor cuento de Rosa Campbell Praed, nos sitúa en Australia, en un campamento junto a un pantano, donde los hombres susurran historias sobre el Bunyip, una criatura de aspecto imposible, cuyo grito «se parece al de un niño o de una mujer que sufre». «Pero también se dice que es algo más que un animal, y entre sus atributos sobrenaturales está la sensación fría, asombrosa y extraña que se apodera de una compañía por la noche cuando el Bunyip se convierte en el tema de conversación.» SPOILERS El Bunyip es una de criatura fantástica que desafía el antropocentrismo. Según Rosa Praed, «es el único horror respetable y espeluznante del que Australia puede presumir». Así como Europa «tiene sus historias de demonios y vampiros, Australia no tiene nada más que su Bunyip». Como sucede con la mayoría de estas leyendas, «nadie ha visto al Bunyip con sus propios ojos» y ha vivido para contarlo. Lo que tenemos son relatos vagos, a veces contradictorios, sugerencias de atributos tangenciales de la criatura. Por ejemplo, se sabe que habita en lagunas y pozos de agua poco profundos, y que siente aversión por los ríos. No es una abstracción, es decir, «una fuente de peligro indefinida», porque el Bunyip tiene una forma física, orgánica, que bien podría formar parte de los bestiarios medievales: es anfibio y se lo describe, a veces, como una serpiente gigantesca; otras como una especie de rinoceronte «de piel suave y pulposa y cabeza parecida a la de un ternero». Hay quienes sugieren que parece un cerdo «con el cuerpo amarillo» [ver: La biología de los Monstruos] Cuando un nativo desaparece, «generalmente se entiende que el Bunyip se ha apoderado de él». Según la leyenda, la criatura atrae a su presa por medio de una «misteriosa emanación», una especie de influencia magnética que obliga a su presa a acercarse imprudentemente a su pozo de agua. Acto seguido, el Bunyip te atrapa, te arrastra bajo el agua y succiona tu cuerpo: «Sin hacer ruido ni luchar, la víctima desaparece y no se la vuelve a ver. El Bunyip es silencioso, sigiloso, y sólo en muy raras ocasiones, dicen, siempre de noche, se le ha visto surgir parcialmente del agua negra y lanzar un extraño gemido, como el de un niño o una mujer que sufre.» El Bunyip, por supuesto, no es una creación de Rosa Campbell Praed, sino una criatura que forma parte del folclore astraliano, tal vez como un recuerdo atávico de la megafauna marsupial, o incluso de la supervivencia de estos animales colosales en tiempos más recientes. El criptozoólogo aficionado encontrará esta historia interesante, pero por motivos diferentes a los nuestros. Se trata de un relato que no solo ha resistido el paso del tiempo, sino que resulta refrescante en su sencillez. Por otro lado, el lector moderno quizás se sienta incómodo con el matiz racial de la historia; y si bien Rosa Campbell Praed fue una defensora de los derechos civiles de los pueblos originarios de Australia, su tratamiento de estos grupos es bastante condescendiente; en una palabra: victoriano. El Bunyip comienza brindando un panorama general [y muy interesante] sobre el folclore del Bunyip, y luego procede a presentar una memoria, un recuerdo [supuestamente] veraz de una serie de hechos extraños. Rosa Campbell Praed evidencia una extraordinaria habilidad para urdir esta atmósfera de verosimilitud alrededor de una criatura cuya percepción requiere un abordaje multisensorial [ver: Lo olfativo, lo visual, lo auditivo y lo táctil en el Horror Cósmico]. Si bien no tiene nada que ver con el estilo de Algernon Blackwood, el Bunyip pertenece a esa inusual categoría de entidades de la naturaleza a la que también pertenece el Wendigo; tal vez menos liminal que este y con mucho de críptido [ver: La Llamada de lo Salvaje: análisis de «El Wendigo»] El relato de Rosa Campbell Praed avanza a un ritmo continuo, sin pausa, hacia un desenlace trágico pero que no ofrece una resolusión al misterio que plantea. El Bunyip propiamente dicho podría ser entendido como un críptido, más como concepto que como categoría; es decir, depende del bagaje de conocimientos del observador, o, en este caso, del infortunado que cae bajo su influencia. Es, en esencia, «algo» que se mueve más allá de la luz del fuego, más allá de lo conocido por la tribu. En la actualidad tenemos avistamientos, reportes, huellas, y extraños gemidos capturados en el bosque que luego son traidos de regreso a la civilización por cazadores y campistas, pero cuando nos reuníamos junto al fuego, como especie, en un pasado remoto, todos veíamos el destello de ojos en la oscuridad y extrañas configuraciones y formas moviéndose entre los árboles. El Bunyip pertenece a esa instancia de la humanidad. La ficción suele presentar a los críptidos siguiendo el mismo patrón. La historia comienza con la fórmula estandarizada de leyendas aborígenes que son rechazadas por un personaje occidental, racional, urbanizado, que al final debe aceptar que esas «supersticiones» son veraces. Como era de esperar, los colonos europeos adoptaron la leyenda del Bunyip [o yowie] y la popularizaron más allá del ámbito autóctono; de hecho, se deliberó largamente sobre la posible existencia de esta criatura, acaso como vestigio de algún enorme animal antediluviano. Una búsqueda rápida por la web puede llevar al lector interesado a encontrar varias cabezas de Bunyip expuestas en museos victorianos, por supuesto, fraudes más o menos elaborados. Debajo de la leyenda del Bunyip se agita la violencia colonialista, el imperialismo y el odio racial; en otras palabras, es una criatura que no está desconectada del pueblo que la forjó. En este sentido, el material original, de transferencia oral, es enfocado por Rosa Campbell Praed desde una perspectiva occidental; por ejemplo, localizando al Bunyip exclusivamente en pantanos o pozos de agua poco profundos. Más allá de esto, ambas versiones hablan de una criatura menos física que sonora, una criatura que se oye más que verse. El Bunyip se expresa como un sonido, haciendo que su espacio de influencia sea básicamente cualquier lugar. Podrías encerrarte en una fortaleza llena de hombres armados, pero el grito del Bunyip igual llegaría a tus oídos. Así como carece de un origen claro, el Bunyip tampoco parece tener causa. Su agenda, si no es que actúa aleatoriamente, es desconocida. Rosa Campbell Praed se preocupa únicamente en el efecto que esta entidad produce en los colonos blancos que merodean por el monte, y en el desconcierto que genera su proceder, desde nuestra perspectiva, a veces maligno, a veces benévolo, y otras indiferente. El Bunyip, dice Rosa Praed, «reparte promiscuamente beneficios y calamidades». Esto sugiere que no se puede rechazar la llamada del Bunyip. Una vez que caes bajo su influencia, debes seguirlo, te guste o no. Los colonos en el cuento de Rosa Campbell Praed se encuentran en una situación delicada. Todavía no están completamente instalados, y todas sus preocupaciones giran alrededor de esa condición de intrusos. En cierto modo, esto agrava aún más la situación, ya que el Bunyip parece despertar cuando se habla de él [«mientras hablábamos, una especie de escalofrío parecía apoderarse de nosotros»]. La criatura desata su «emanación», «toca» a los colonos con ese grito escalofriante que es «como el de un niño o una mujer que sufre». El Bunyip puede ser una criatura «promiscua» [como sostiene Rosa Praed, en el sentido de que puede atacar a cualquiera], pero cuando enfoca su atención se vuelve monógama y apegada. Hay una nota de vampirismo subyacente en la figura del Bunyip. Más allá de su aspecto improbable, aparece sin previo aviso, especialmente por la noche, aúlla salvajemente, y desata un conjunto de efectos hipnóticos en sus víctimas, quienes eventualmente terminan siendo vaciadas de órganos y fluidos sin poder ofrecer la menor resistencia. Escucha el episodio completo en la app de iVoox, o descubre todo el catálogo de iVoox Originals
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El Bunyip (The Bunyip) es un relato de terror de la escritora australiana Rosa Campbell Praed (1851-1935), publicado originalmente en la antología de 1891: Cuentos de la vida australiana de damas australianas (Tales of Australian Life by Australian Ladies). El Bunyip, probablemente el mejor cuento de Rosa Campbell Praed, nos sitúa en Australia, en un campamento junto a un pantano, donde los hombres susurran historias sobre el Bunyip, una criatura de aspecto imposible, cuyo grito «se parece al de un niño o de una mujer que sufre». «Pero también se dice que es algo más que un animal, y entre sus atributos sobrenaturales está la sensación fría, asombrosa y extraña que se apodera de una compañía por la noche cuando el Bunyip se convierte en el tema de conversación.» SPOILERS El Bunyip es una de criatura fantástica que desafía el antropocentrismo. Según Rosa Praed, «es el único horror respetable y espeluznante del que Australia puede presumir». Así como Europa «tiene sus historias de demonios y vampiros, Australia no tiene nada más que su Bunyip». Como sucede con la mayoría de estas leyendas, «nadie ha visto al Bunyip con sus propios ojos» y ha vivido para contarlo. Lo que tenemos son relatos vagos, a veces contradictorios, sugerencias de atributos tangenciales de la criatura. Por ejemplo, se sabe que habita en lagunas y pozos de agua poco profundos, y que siente aversión por los ríos. No es una abstracción, es decir, «una fuente de peligro indefinida», porque el Bunyip tiene una forma física, orgánica, que bien podría formar parte de los bestiarios medievales: es anfibio y se lo describe, a veces, como una serpiente gigantesca; otras como una especie de rinoceronte «de piel suave y pulposa y cabeza parecida a la de un ternero». Hay quienes sugieren que parece un cerdo «con el cuerpo amarillo» [ver: La biología de los Monstruos] Cuando un nativo desaparece, «generalmente se entiende que el Bunyip se ha apoderado de él». Según la leyenda, la criatura atrae a su presa por medio de una «misteriosa emanación», una especie de influencia magnética que obliga a su presa a acercarse imprudentemente a su pozo de agua. Acto seguido, el Bunyip te atrapa, te arrastra bajo el agua y succiona tu cuerpo: «Sin hacer ruido ni luchar, la víctima desaparece y no se la vuelve a ver. El Bunyip es silencioso, sigiloso, y sólo en muy raras ocasiones, dicen, siempre de noche, se le ha visto surgir parcialmente del agua negra y lanzar un extraño gemido, como el de un niño o una mujer que sufre.» El Bunyip, por supuesto, no es una creación de Rosa Campbell Praed, sino una criatura que forma parte del folclore astraliano, tal vez como un recuerdo atávico de la megafauna marsupial, o incluso de la supervivencia de estos animales colosales en tiempos más recientes. El criptozoólogo aficionado encontrará esta historia interesante, pero por motivos diferentes a los nuestros. Se trata de un relato que no solo ha resistido el paso del tiempo, sino que resulta refrescante en su sencillez. Por otro lado, el lector moderno quizás se sienta incómodo con el matiz racial de la historia; y si bien Rosa Campbell Praed fue una defensora de los derechos civiles de los pueblos originarios de Australia, su tratamiento de estos grupos es bastante condescendiente; en una palabra: victoriano. El Bunyip comienza brindando un panorama general [y muy interesante] sobre el folclore del Bunyip, y luego procede a presentar una memoria, un recuerdo [supuestamente] veraz de una serie de hechos extraños. Rosa Campbell Praed evidencia una extraordinaria habilidad para urdir esta atmósfera de verosimilitud alrededor de una criatura cuya percepción requiere un abordaje multisensorial [ver: Lo olfativo, lo visual, lo auditivo y lo táctil en el Horror Cósmico]. Si bien no tiene nada que ver con el estilo de Algernon Blackwood, el Bunyip pertenece a esa inusual categoría de entidades de la naturaleza a la que también pertenece el Wendigo; tal vez menos liminal que este y con mucho de críptido [ver: La Llamada de lo Salvaje: análisis de «El Wendigo»] El relato de Rosa Campbell Praed avanza a un ritmo continuo, sin pausa, hacia un desenlace trágico pero que no ofrece una resolusión al misterio que plantea. El Bunyip propiamente dicho podría ser entendido como un críptido, más como concepto que como categoría; es decir, depende del bagaje de conocimientos del observador, o, en este caso, del infortunado que cae bajo su influencia. Es, en esencia, «algo» que se mueve más allá de la luz del fuego, más allá de lo conocido por la tribu. En la actualidad tenemos avistamientos, reportes, huellas, y extraños gemidos capturados en el bosque que luego son traidos de regreso a la civilización por cazadores y campistas, pero cuando nos reuníamos junto al fuego, como especie, en un pasado remoto, todos veíamos el destello de ojos en la oscuridad y extrañas configuraciones y formas moviéndose entre los árboles. El Bunyip pertenece a esa instancia de la humanidad. La ficción suele presentar a los críptidos siguiendo el mismo patrón. La historia comienza con la fórmula estandarizada de leyendas aborígenes que son rechazadas por un personaje occidental, racional, urbanizado, que al final debe aceptar que esas «supersticiones» son veraces. Como era de esperar, los colonos europeos adoptaron la leyenda del Bunyip [o yowie] y la popularizaron más allá del ámbito autóctono; de hecho, se deliberó largamente sobre la posible existencia de esta criatura, acaso como vestigio de algún enorme animal antediluviano. Una búsqueda rápida por la web puede llevar al lector interesado a encontrar varias cabezas de Bunyip expuestas en museos victorianos, por supuesto, fraudes más o menos elaborados. Debajo de la leyenda del Bunyip se agita la violencia colonialista, el imperialismo y el odio racial; en otras palabras, es una criatura que no está desconectada del pueblo que la forjó. En este sentido, el material original, de transferencia oral, es enfocado por Rosa Campbell Praed desde una perspectiva occidental; por ejemplo, localizando al Bunyip exclusivamente en pantanos o pozos de agua poco profundos. Más allá de esto, ambas versiones hablan de una criatura menos física que sonora, una criatura que se oye más que verse. El Bunyip se expresa como un sonido, haciendo que su espacio de influencia sea básicamente cualquier lugar. Podrías encerrarte en una fortaleza llena de hombres armados, pero el grito del Bunyip igual llegaría a tus oídos. Así como carece de un origen claro, el Bunyip tampoco parece tener causa. Su agenda, si no es que actúa aleatoriamente, es desconocida. Rosa Campbell Praed se preocupa únicamente en el efecto que esta entidad produce en los colonos blancos que merodean por el monte, y en el desconcierto que genera su proceder, desde nuestra perspectiva, a veces maligno, a veces benévolo, y otras indiferente. El Bunyip, dice Rosa Praed, «reparte promiscuamente beneficios y calamidades». Esto sugiere que no se puede rechazar la llamada del Bunyip. Una vez que caes bajo su influencia, debes seguirlo, te guste o no. Los colonos en el cuento de Rosa Campbell Praed se encuentran en una situación delicada. Todavía no están completamente instalados, y todas sus preocupaciones giran alrededor de esa condición de intrusos. En cierto modo, esto agrava aún más la situación, ya que el Bunyip parece despertar cuando se habla de él [«mientras hablábamos, una especie de escalofrío parecía apoderarse de nosotros»]. La criatura desata su «emanación», «toca» a los colonos con ese grito escalofriante que es «como el de un niño o una mujer que sufre». El Bunyip puede ser una criatura «promiscua» [como sostiene Rosa Praed, en el sentido de que puede atacar a cualquiera], pero cuando enfoca su atención se vuelve monógama y apegada. Hay una nota de vampirismo subyacente en la figura del Bunyip. Más allá de su aspecto improbable, aparece sin previo aviso, especialmente por la noche, aúlla salvajemente, y desata un conjunto de efectos hipnóticos en sus víctimas, quienes eventualmente terminan siendo vaciadas de órganos y fluidos sin poder ofrecer la menor resistencia. Escucha el episodio completo en la app de iVoox, o descubre todo el catálogo de iVoox Originals
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