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#261 Todos Los Santos de Edith Wharton

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Todos los Santos (All Souls') es un relato de terror del escritora norteamericana Edith Wharton (1862-1937), publicado originalmente en la antología de 1937: Fantasmas (Ghosts); y luego reeditado en la colección Relatos de fantasmas de Edith Wharton (The Ghost Stories of Edith Wharton). Más adelante aparecería en 65 grandes cuentos de lo sobrenatural (65 Great Tales Of The Supernatural). Todos los Santos, uno de los últimos cuentos de Edith Wharton, relata la historia de Sara Clayburn, una anciana rica, viuda e independiente que despierta en una enorme casa vacía, excepto por un silencio inusualmente opresivo. Los hechos ocurren en la Noche de Todos los Santos, «la noche en que los muertos pueden caminar». SPOILERS La tarde anterior, la señora Clayburn da un paseo por los alrededores de su inmensa casona de campo [Whitegates] y se encuentra con una extraña mujer. Con acento extranjero, la mujer le dice que va a Whitegates a ver a «una de las niñas» [sirvientas]. Media hora después, Sara tropieza y se rompe el tobillo. El médico la obliga a descansar en cama para no empeorar su estado. Mientras tanto, afuera comienza a nevar, pero Sara niega la posibilidad de sentirse sola ya que puede contar con sus sirvientes para hacerle compañía. Atendida por la cuidadosa Agnes, Sara se prepara para la noche, pero su dolor y una sensación de «febril» perturban su descanso. Espera pacientemente la llegada de Agnes, pero nadie responde a su llamada. Pronto se da cuenta de que la corriente eléctrica está cortada, el teléfono no funciona y los radiadores están fríos. Aunque el médico le ha ordenado que no se mueva, Sara decide levantarse y averiguar qué está pasando. Apenas logra caminar con la ayuda de un bastón, pero el dolor frena sus movimientos; la casa está inmersa en un silencio aterrador. Cansada y dolorida, Sara comienza a explorar cada habitación de la casa, deteniéndose un momento frente a cada puerta y temiendo lo que pueda encontrar. Al otro lado de las puertas puede haber un extraño, un asesino, un cadáver o, peor aún, nadie. La sensación de soledad de Sara crece con cada paso que da. Pronto el silencio se vuelve «frío», «una sustancia impenetrable hecha del cese mundial de toda vida y todo movimiento». En la medida en que se lo permite su mente, Sara siente que «no había límite para este silencio, ningún margen exterior, nada más allá». Al contrario de lo que ocurre con otras protagonistas de Edith Wharton, como Lily en La casa de la alegría (The House of Mirth), que se rinde y abraza su destino, Sara Clayburn es más fuerte. Siente que «debe enfrentar lo que sea que esté al acecho». Pero cada habitación que recorre es «fría, ordenada y vacía». Encuentra las camas de los sirvientes sin usar, pero ve que su ropa todavía cuelga en los armarios. Parecen haber conspirado para dejarla sola. En esta completa soledad el silencio es absoluto, y Sara lo percibe como una presencia real. Instintivamente, busca «la clave del misterio» en la cocina, que es el lugar más acogedor y femenino de la casa. Al acercarse oye una voz masculina, «grave pero rotunda», que rompe el silencio. Es la voz de un extraño que habla un idioma extranjero, y cuyo tono es «apasionadamente serio, casi amenazante». Sara vacila en entrar, pero se deja arrastrar irresistiblemente, como la mayoría de los personajes femeninos de Edith Wharton, hacia esa enigmática y posiblemente violenta masculinidad. Sin embargo, la cocina está vacía. La voz proviene de una radio portátil. Sara consigue volver a su habitación y encerrarse en ella: el miedo no ha desaparecido sino que se ha transformado. Ya no teme a la posibilidad de intrusos, sino a quedarse «sola y sin atención hasta que muera de frío». Al día siguiente todo vuelve a la normalidad; Agnes, la sirvienta, declara que nunca se fue: sugiere que tal vez el dolor y la fiebre confundieron a la señora Clayburn. Sara está segura «de que algo raro había pasado en su casa», no obstante, decide no discutir abiertamente el asunto. Guarda silencio, como Alice Hartley en La campana de la doncella (The Lady’s Maid’s Bell). Solo quiere olvidar su miedo a la soledad y el silencio y la muerte. Un año después, en la Víspera de Todos los Santos, Sara se reencuentra con la extraña mujer de acento extranjero, y decide dejar Whitegates para siempre, buscando consuelo en casa de su prima, en Nueva York, quien es la narradora de esta historia. La sensación de soledad y muerte que impregna a Todos los Santos nos induce a interpretar la historia como autobiográfica. Habiendo perdido recientemente a muchos amigos, Edith Wharton describe el temor a quedarse sola en el momento en que más se necesita compañía: la vejez. Todos los Santos fue escrito pocos meses antes de la muerte de Edith Wharton, que en su faceta pública se mostraba un poco como Sara Clayburn, una mujer anciana fuerte, decidida, que aceptaba con cierto estoicismo el curso natural de su vida. Pero el terror al abandono, a la soledad y el silencio de la muerte expresados en Todos los Santos sugieren que incluso alguien con esta fortaleza interior no podría sostenerla hasta el final. Quiero decir, todos creemos que tenemos una postura tomada respecto a nuestra propia muerte. Algunos se imaginan a sí mismos completamente aterrorizados, paralizados; otros suponen que asumirán cierta resignación, indiferencia, y los más audaces se ven a sí mismos [o dicen que se ven a sí mismos] aceptando y abrazando a la muerte. Todo esto es una farsa, porque solo en presencia de la muerte, es decir, en su proximidad real, podemos saber qué sentiremos. Asumir una conducta desafiante con la muerte cuanto esta parece lejana es una farsa, porque solo en ese momento de proximidad podemos reaccionar insintivamente. Edith Wharton estaba cerca de su propia muerte cuando escribió Todos los Santos. Tal vez por eso Sara Clayburn puede tener integridad ante los demás, pero, cuando está sola, está aterrorizada. Conoces el verdadero peso del miedo cuando la amenaza es la desintegración. Todos los Santos describe el terror por excelencia de todas las personas mayores, pero especialmente de aquellas que viven solas: el miedo a una transición repentina de la independencia a la impotencia. Si bien es una mujer fuerte, con carácter, la señora Clayburn depende del cuidado de sus sirvientes, quienes de hecho son devotos, sobre todo Agnes, que la atiende como si fuera su niñera. Sin embargo, la vida personal de sus cuidadores es un agujero negro para Sara. Quiero decir, ella supone que se han confabulado para dejarla sola. Nunca se le ocurre que tienen otras lealtades, familia propia, quizás un amante. La noche de Todos los Santos [Halloween], con sus sugerencias de desenfreno pagano, es una representación de la desconocida pero vagamente imaginada vida privada de las sirvientas, algo tan poderoso, tan atractivo, que tiene prioridad sobre sus responsabilidades hacia ella. Sara explora las habitaciones del personal, encontrando camas sin usar pero armarios llenos de ropa, evidencia de que volverán después de haber satisfecho sus necesidades privadas. Estas prendas son tanto un consuelo como una amenaza. Prometen el regreso de sus cuidadores, pero dan testimonio de su dependencia. En este punto, el miedo de Sara Clayburn es el miedo al abandono; pero no el de un niño que cuenta con un cuidador inalienable en quien depositar su confianza, alguien con lazos de sangre que siempre regresará. La impotencia y el miedo al abandono hacen que la vejez sea muy parecida a la infancia, pero con desventajas adicionales para los ancianos. En 1937, cuando escribió Todos los Santos, la independencia de Edith Wharton se derrumbó junto con su salud. Primero perdió a Walter Berry, su servidor más entrañable; y en un período de seis meses la muerte reclamó a sus dos sirvientas de confianza: Elise Duvlenck y Catherine Gross. Una tercera sirvienta estaba tan triste por esas pérdidas que se fue. En una carta a Mary Berenson, Edith Wharton escribe: «Quiero alejarme lo más rápido posible de esta Casa Usher». En Todos los Santos la ausencia de los sirvientes presagia la muerte, en primer lugar, la muerte de la casa, cuyas actividades se detienen por completo: no hay luz eléctrica, el teléfono no funciona y no hay calefacción; lo cual se traduce en una amenaza a la vida de su propietaria. La casa de Edith Wharton había sido atendida durante mucho tiempo por la amabilidad de sus fieles sirvientes. Su ausencia dejó la casa estática y fría; y a pesar de las visitas de muchos amigos devotos, Edith Wharton, como Sara Clayburn, se sentía sola. La idea del regreso de los muertos comienza a volverse un motivo frecuente, no solo en su ficción sino en sus pensamientos diarios. En una carta escribe sobre esos amigos «que todos los años en la Noche de Todos los Santos vienen y se sientan conmigo junto al fuego». En ese momento, 1933, estos muertos que regresan de la tumba son visitantes que Edith Wharton recibía con alegría en su hogar, recordándolos; pero cuatro años más tarde, cuando escribió Todos los Santos, este estado de ánimo de aceptación fue perturbado por el miedo. En este, su último relato, el que regresa de la muerte es una figura oscura, amenazadora, una mujer misteriosa que atrae a sus fieles sirvientes para que abandonen a quien confía en ellos para que la sigan al otro mundo, en este caso representado en un coven. En el prefacio de Fantasmas (Ghosts), la última antología de Edith Wharton, donde aparece esta historia, la autora escribe: «Los fantasmas, para manifestarse, requieren dos condiciones aborrecibles para la mente moderna: silencio y continuidad». Aunque la narradora al principio afirma que «esta no es exactamente una historia de fantasmas», Todos los Santos se convierte en un estudio magistral del silencio: «Silencio, ¡más silencio! Parecía amontonarse como la nieve en el techo y en las canaletas. Silencio. Cuántas personas que ella conocía tenían alguna idea de lo que era el silencio, y lo fuerte que resuena cuando realmente lo escuchas?» Edith Wharton se enfoca en construir una historia gótica a través del escenario y la ambientación, pero no recae en los estereotipos del género. El escenario es una remota y solitaria casa de campo de Connecticut; el tiempo es la víspera de víspera de Todos los Santos, el año nuevo pagano y la noche en la que los «muertos pueden caminar». A pesar de las comodidades modernas de la casa [electricidad, teléfono, calefacción], las habitaciones y los jardines bien ordenados, y la presencia de sirvientes leales [que heredó de su suegra, por lo tanto, son ancianos como ella], las convenciones del gótico van surgiendo a medida que estos elementos se apagan: se corta el suministro energético, el teléfono, la calefacción, y los sirvientes se van. Lo que queda es una clásica casa gótica [ver: La Casa como entidad orgánica y consciente en el Gótico]. Incluso el valle de Connecticut se transforma para evocar un ambiente hostil. Los acontecimientos de esa noche han transformado Whitegates, dejándola inhabitable para Sara. Lo Siniestro aquí realmente es unheimlich, es decir, lo desconocido en lo familiar [ver: Lo Siniestro en la ficción]. A pesar de toda la parafernalia de la vida moderna y civilizada, Halloween, lo pagano, se impone. La sensación de seguridad de Sara se hace añicos, no porque sus sirvientes se hayan convertido en agentes del mal, sino porque siguen siendo personas leales, confiables, y también asiduos concurrentes al coven. Para la voz de clase alta de la narradora, solo hay una explicación posible para los eventos que aterrorizaron a su tía: lo sobrenatural. Sin embargo, hay una historia oculta en Todos los Santos. La «mujer extraña», cuya palidez facial y su tono «extranjero» sugieren indirectamente vampirismo, aparece cuando el doctor se ausenta, primero a Baltimore, luego a las Indias Occidentales y finalmente a Suiza. La teoría de Sara, que comenta a la narradora un año después, es que la mujer es un fetch, una criatura sobrenatural del folclore irlandés, cuyo avistamiento se considera un presagio de muerte. Aquí, sin embargo, se piensa que la mujer llega a Whitegates para invitar a los sirvientes a formar parte de un coven. En realidad, no estoy seguro de incluir al chofer, porque la mujer dice que ha ido a ver a las niñas, refiriéndose a las criadas. No es caprichoso que la principal sirvienta de confianza de Sara se llame Agnes, y que haya nacido en la Isla de Skye, cerca de Escocia. Si la teoría de Sara y la narradora son correctas, Agnes fue convocada por un fetch y participa en el aquelarre vestida con el sombrero y el abrigo desechados por su ama; junto con, al parecer, la otra criada y el chofer. Nuestra hipótesis es que la «mujer extraña» es simplemente una mujer, una bruja, que todos los años se reúne con un grupo de personas para entregarse a placeres que normalmente se les niega. La liberación de Agnes y sus compañeros de su habitual decoro es sexual. Sin embargo, quedan muchas preguntas pendientes al final del cuento. ¿Qué trama toda esta gente? ¿Simplemente son encuentros sexuales amparados bajo el manto de superstición de Halloween o puede haber algo sobrenatural? Para mí, el misterio más importante [que no he logrado resolver] es el doctor Selgrove. ¿Por qué Edith Wharton nos da tanta información sobre la repentina enfermedad del doctor, su ausencia y posterior abandono del área? ¿Realmente se enfermó? ¿Qué relación tiene su ausencia con la aparición de la mujer misteriosa? Edith Wharton no nos da las respuestas, pero claramente se supone que no debemos aceptar la florida explicación de los hechos planteados por la narradora. Más bien, creo que Edith Wharton quiere que el lector preste atención al enfoque de Sara Clayburn, no en términos literales, porque la mirada de la mujer está tamizada por su estatus social. En definitiva, Todos los Santos es una historia de apariciones misteriosas e inexplicables ausencias. El eje alrededor del cual giran estas apariciones y ausencias es el coven, el aquelarre, y sus encuentros sexuales. Incluso la narradora, apegada a la explicación sobrenatural, no puede dejar de reconocer que la fascinación de estos encuentros es fundamentalmente sexual: «Cualquiera que alguna vez haya sentido la más mínima curiosidad por asistir a un coven pronto encuentra que esta se convierte en deseo, el deseo en un anhelo incontrolable que, cuando se presenta la oportunidad, rompe todas las inhibiciones; porque aquellos que alguna vez han tomado parte en un coven moverán cielo y tierra para volver a participar.» Bajo esta luz, la explicación sobrenatural de la narradora es indicativa de una mentalidad regresiva, incapaz de comprender el poder disruptivo del deseo, un poder que no respeta las diferencias de clase, género y edad. Porque lo cierto es que Agnes no es una joven criada, sino una mujer madura, probablemente anciana, que una vez al año se permite participar en estas reuniones ilícitas mientras su ama lucha desesperadamente por mantener su posición de clase, su autoridad, incluso el dominio sobre su propio hogar. Porque sin la asistencia de las clases bajas, Sara es solo una anciana aterrorizada e impotente en la oscuridad. Análisis de: El Espejo Gótico http://elespejogotico.blogspot.com/2023/04/todos-los-santos-edith-wharton-relato-y.html Texto del relato extraído de: http://elespejogotico.blogspot.com/2023/04/todos-los-santos-edith-wharton-relato-y.html Musicas: - 01. Mind Tricks - Experia (Epidemic) Nota: Este audio no se realiza con fines comerciales ni lucrativos. Es de difusión enteramente gratuita e intenta dar a conocer tanto a los escritores de los relatos y cuentos como a los autores de las músicas. Nota: Este audio no se realiza con fines comerciales ni lucrativos. Es de difusión enteramente gratuita e intenta dar a conocer tanto a los escritores de los relatos y cuentos como a los autores de las músicas. ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/352537 Escucha el episodio completo en la app de iVoox, o descubre todo el catálogo de iVoox Originals
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Todos los Santos (All Souls') es un relato de terror del escritora norteamericana Edith Wharton (1862-1937), publicado originalmente en la antología de 1937: Fantasmas (Ghosts); y luego reeditado en la colección Relatos de fantasmas de Edith Wharton (The Ghost Stories of Edith Wharton). Más adelante aparecería en 65 grandes cuentos de lo sobrenatural (65 Great Tales Of The Supernatural). Todos los Santos, uno de los últimos cuentos de Edith Wharton, relata la historia de Sara Clayburn, una anciana rica, viuda e independiente que despierta en una enorme casa vacía, excepto por un silencio inusualmente opresivo. Los hechos ocurren en la Noche de Todos los Santos, «la noche en que los muertos pueden caminar». SPOILERS La tarde anterior, la señora Clayburn da un paseo por los alrededores de su inmensa casona de campo [Whitegates] y se encuentra con una extraña mujer. Con acento extranjero, la mujer le dice que va a Whitegates a ver a «una de las niñas» [sirvientas]. Media hora después, Sara tropieza y se rompe el tobillo. El médico la obliga a descansar en cama para no empeorar su estado. Mientras tanto, afuera comienza a nevar, pero Sara niega la posibilidad de sentirse sola ya que puede contar con sus sirvientes para hacerle compañía. Atendida por la cuidadosa Agnes, Sara se prepara para la noche, pero su dolor y una sensación de «febril» perturban su descanso. Espera pacientemente la llegada de Agnes, pero nadie responde a su llamada. Pronto se da cuenta de que la corriente eléctrica está cortada, el teléfono no funciona y los radiadores están fríos. Aunque el médico le ha ordenado que no se mueva, Sara decide levantarse y averiguar qué está pasando. Apenas logra caminar con la ayuda de un bastón, pero el dolor frena sus movimientos; la casa está inmersa en un silencio aterrador. Cansada y dolorida, Sara comienza a explorar cada habitación de la casa, deteniéndose un momento frente a cada puerta y temiendo lo que pueda encontrar. Al otro lado de las puertas puede haber un extraño, un asesino, un cadáver o, peor aún, nadie. La sensación de soledad de Sara crece con cada paso que da. Pronto el silencio se vuelve «frío», «una sustancia impenetrable hecha del cese mundial de toda vida y todo movimiento». En la medida en que se lo permite su mente, Sara siente que «no había límite para este silencio, ningún margen exterior, nada más allá». Al contrario de lo que ocurre con otras protagonistas de Edith Wharton, como Lily en La casa de la alegría (The House of Mirth), que se rinde y abraza su destino, Sara Clayburn es más fuerte. Siente que «debe enfrentar lo que sea que esté al acecho». Pero cada habitación que recorre es «fría, ordenada y vacía». Encuentra las camas de los sirvientes sin usar, pero ve que su ropa todavía cuelga en los armarios. Parecen haber conspirado para dejarla sola. En esta completa soledad el silencio es absoluto, y Sara lo percibe como una presencia real. Instintivamente, busca «la clave del misterio» en la cocina, que es el lugar más acogedor y femenino de la casa. Al acercarse oye una voz masculina, «grave pero rotunda», que rompe el silencio. Es la voz de un extraño que habla un idioma extranjero, y cuyo tono es «apasionadamente serio, casi amenazante». Sara vacila en entrar, pero se deja arrastrar irresistiblemente, como la mayoría de los personajes femeninos de Edith Wharton, hacia esa enigmática y posiblemente violenta masculinidad. Sin embargo, la cocina está vacía. La voz proviene de una radio portátil. Sara consigue volver a su habitación y encerrarse en ella: el miedo no ha desaparecido sino que se ha transformado. Ya no teme a la posibilidad de intrusos, sino a quedarse «sola y sin atención hasta que muera de frío». Al día siguiente todo vuelve a la normalidad; Agnes, la sirvienta, declara que nunca se fue: sugiere que tal vez el dolor y la fiebre confundieron a la señora Clayburn. Sara está segura «de que algo raro había pasado en su casa», no obstante, decide no discutir abiertamente el asunto. Guarda silencio, como Alice Hartley en La campana de la doncella (The Lady’s Maid’s Bell). Solo quiere olvidar su miedo a la soledad y el silencio y la muerte. Un año después, en la Víspera de Todos los Santos, Sara se reencuentra con la extraña mujer de acento extranjero, y decide dejar Whitegates para siempre, buscando consuelo en casa de su prima, en Nueva York, quien es la narradora de esta historia. La sensación de soledad y muerte que impregna a Todos los Santos nos induce a interpretar la historia como autobiográfica. Habiendo perdido recientemente a muchos amigos, Edith Wharton describe el temor a quedarse sola en el momento en que más se necesita compañía: la vejez. Todos los Santos fue escrito pocos meses antes de la muerte de Edith Wharton, que en su faceta pública se mostraba un poco como Sara Clayburn, una mujer anciana fuerte, decidida, que aceptaba con cierto estoicismo el curso natural de su vida. Pero el terror al abandono, a la soledad y el silencio de la muerte expresados en Todos los Santos sugieren que incluso alguien con esta fortaleza interior no podría sostenerla hasta el final. Quiero decir, todos creemos que tenemos una postura tomada respecto a nuestra propia muerte. Algunos se imaginan a sí mismos completamente aterrorizados, paralizados; otros suponen que asumirán cierta resignación, indiferencia, y los más audaces se ven a sí mismos [o dicen que se ven a sí mismos] aceptando y abrazando a la muerte. Todo esto es una farsa, porque solo en presencia de la muerte, es decir, en su proximidad real, podemos saber qué sentiremos. Asumir una conducta desafiante con la muerte cuanto esta parece lejana es una farsa, porque solo en ese momento de proximidad podemos reaccionar insintivamente. Edith Wharton estaba cerca de su propia muerte cuando escribió Todos los Santos. Tal vez por eso Sara Clayburn puede tener integridad ante los demás, pero, cuando está sola, está aterrorizada. Conoces el verdadero peso del miedo cuando la amenaza es la desintegración. Todos los Santos describe el terror por excelencia de todas las personas mayores, pero especialmente de aquellas que viven solas: el miedo a una transición repentina de la independencia a la impotencia. Si bien es una mujer fuerte, con carácter, la señora Clayburn depende del cuidado de sus sirvientes, quienes de hecho son devotos, sobre todo Agnes, que la atiende como si fuera su niñera. Sin embargo, la vida personal de sus cuidadores es un agujero negro para Sara. Quiero decir, ella supone que se han confabulado para dejarla sola. Nunca se le ocurre que tienen otras lealtades, familia propia, quizás un amante. La noche de Todos los Santos [Halloween], con sus sugerencias de desenfreno pagano, es una representación de la desconocida pero vagamente imaginada vida privada de las sirvientas, algo tan poderoso, tan atractivo, que tiene prioridad sobre sus responsabilidades hacia ella. Sara explora las habitaciones del personal, encontrando camas sin usar pero armarios llenos de ropa, evidencia de que volverán después de haber satisfecho sus necesidades privadas. Estas prendas son tanto un consuelo como una amenaza. Prometen el regreso de sus cuidadores, pero dan testimonio de su dependencia. En este punto, el miedo de Sara Clayburn es el miedo al abandono; pero no el de un niño que cuenta con un cuidador inalienable en quien depositar su confianza, alguien con lazos de sangre que siempre regresará. La impotencia y el miedo al abandono hacen que la vejez sea muy parecida a la infancia, pero con desventajas adicionales para los ancianos. En 1937, cuando escribió Todos los Santos, la independencia de Edith Wharton se derrumbó junto con su salud. Primero perdió a Walter Berry, su servidor más entrañable; y en un período de seis meses la muerte reclamó a sus dos sirvientas de confianza: Elise Duvlenck y Catherine Gross. Una tercera sirvienta estaba tan triste por esas pérdidas que se fue. En una carta a Mary Berenson, Edith Wharton escribe: «Quiero alejarme lo más rápido posible de esta Casa Usher». En Todos los Santos la ausencia de los sirvientes presagia la muerte, en primer lugar, la muerte de la casa, cuyas actividades se detienen por completo: no hay luz eléctrica, el teléfono no funciona y no hay calefacción; lo cual se traduce en una amenaza a la vida de su propietaria. La casa de Edith Wharton había sido atendida durante mucho tiempo por la amabilidad de sus fieles sirvientes. Su ausencia dejó la casa estática y fría; y a pesar de las visitas de muchos amigos devotos, Edith Wharton, como Sara Clayburn, se sentía sola. La idea del regreso de los muertos comienza a volverse un motivo frecuente, no solo en su ficción sino en sus pensamientos diarios. En una carta escribe sobre esos amigos «que todos los años en la Noche de Todos los Santos vienen y se sientan conmigo junto al fuego». En ese momento, 1933, estos muertos que regresan de la tumba son visitantes que Edith Wharton recibía con alegría en su hogar, recordándolos; pero cuatro años más tarde, cuando escribió Todos los Santos, este estado de ánimo de aceptación fue perturbado por el miedo. En este, su último relato, el que regresa de la muerte es una figura oscura, amenazadora, una mujer misteriosa que atrae a sus fieles sirvientes para que abandonen a quien confía en ellos para que la sigan al otro mundo, en este caso representado en un coven. En el prefacio de Fantasmas (Ghosts), la última antología de Edith Wharton, donde aparece esta historia, la autora escribe: «Los fantasmas, para manifestarse, requieren dos condiciones aborrecibles para la mente moderna: silencio y continuidad». Aunque la narradora al principio afirma que «esta no es exactamente una historia de fantasmas», Todos los Santos se convierte en un estudio magistral del silencio: «Silencio, ¡más silencio! Parecía amontonarse como la nieve en el techo y en las canaletas. Silencio. Cuántas personas que ella conocía tenían alguna idea de lo que era el silencio, y lo fuerte que resuena cuando realmente lo escuchas?» Edith Wharton se enfoca en construir una historia gótica a través del escenario y la ambientación, pero no recae en los estereotipos del género. El escenario es una remota y solitaria casa de campo de Connecticut; el tiempo es la víspera de víspera de Todos los Santos, el año nuevo pagano y la noche en la que los «muertos pueden caminar». A pesar de las comodidades modernas de la casa [electricidad, teléfono, calefacción], las habitaciones y los jardines bien ordenados, y la presencia de sirvientes leales [que heredó de su suegra, por lo tanto, son ancianos como ella], las convenciones del gótico van surgiendo a medida que estos elementos se apagan: se corta el suministro energético, el teléfono, la calefacción, y los sirvientes se van. Lo que queda es una clásica casa gótica [ver: La Casa como entidad orgánica y consciente en el Gótico]. Incluso el valle de Connecticut se transforma para evocar un ambiente hostil. Los acontecimientos de esa noche han transformado Whitegates, dejándola inhabitable para Sara. Lo Siniestro aquí realmente es unheimlich, es decir, lo desconocido en lo familiar [ver: Lo Siniestro en la ficción]. A pesar de toda la parafernalia de la vida moderna y civilizada, Halloween, lo pagano, se impone. La sensación de seguridad de Sara se hace añicos, no porque sus sirvientes se hayan convertido en agentes del mal, sino porque siguen siendo personas leales, confiables, y también asiduos concurrentes al coven. Para la voz de clase alta de la narradora, solo hay una explicación posible para los eventos que aterrorizaron a su tía: lo sobrenatural. Sin embargo, hay una historia oculta en Todos los Santos. La «mujer extraña», cuya palidez facial y su tono «extranjero» sugieren indirectamente vampirismo, aparece cuando el doctor se ausenta, primero a Baltimore, luego a las Indias Occidentales y finalmente a Suiza. La teoría de Sara, que comenta a la narradora un año después, es que la mujer es un fetch, una criatura sobrenatural del folclore irlandés, cuyo avistamiento se considera un presagio de muerte. Aquí, sin embargo, se piensa que la mujer llega a Whitegates para invitar a los sirvientes a formar parte de un coven. En realidad, no estoy seguro de incluir al chofer, porque la mujer dice que ha ido a ver a las niñas, refiriéndose a las criadas. No es caprichoso que la principal sirvienta de confianza de Sara se llame Agnes, y que haya nacido en la Isla de Skye, cerca de Escocia. Si la teoría de Sara y la narradora son correctas, Agnes fue convocada por un fetch y participa en el aquelarre vestida con el sombrero y el abrigo desechados por su ama; junto con, al parecer, la otra criada y el chofer. Nuestra hipótesis es que la «mujer extraña» es simplemente una mujer, una bruja, que todos los años se reúne con un grupo de personas para entregarse a placeres que normalmente se les niega. La liberación de Agnes y sus compañeros de su habitual decoro es sexual. Sin embargo, quedan muchas preguntas pendientes al final del cuento. ¿Qué trama toda esta gente? ¿Simplemente son encuentros sexuales amparados bajo el manto de superstición de Halloween o puede haber algo sobrenatural? Para mí, el misterio más importante [que no he logrado resolver] es el doctor Selgrove. ¿Por qué Edith Wharton nos da tanta información sobre la repentina enfermedad del doctor, su ausencia y posterior abandono del área? ¿Realmente se enfermó? ¿Qué relación tiene su ausencia con la aparición de la mujer misteriosa? Edith Wharton no nos da las respuestas, pero claramente se supone que no debemos aceptar la florida explicación de los hechos planteados por la narradora. Más bien, creo que Edith Wharton quiere que el lector preste atención al enfoque de Sara Clayburn, no en términos literales, porque la mirada de la mujer está tamizada por su estatus social. En definitiva, Todos los Santos es una historia de apariciones misteriosas e inexplicables ausencias. El eje alrededor del cual giran estas apariciones y ausencias es el coven, el aquelarre, y sus encuentros sexuales. Incluso la narradora, apegada a la explicación sobrenatural, no puede dejar de reconocer que la fascinación de estos encuentros es fundamentalmente sexual: «Cualquiera que alguna vez haya sentido la más mínima curiosidad por asistir a un coven pronto encuentra que esta se convierte en deseo, el deseo en un anhelo incontrolable que, cuando se presenta la oportunidad, rompe todas las inhibiciones; porque aquellos que alguna vez han tomado parte en un coven moverán cielo y tierra para volver a participar.» Bajo esta luz, la explicación sobrenatural de la narradora es indicativa de una mentalidad regresiva, incapaz de comprender el poder disruptivo del deseo, un poder que no respeta las diferencias de clase, género y edad. Porque lo cierto es que Agnes no es una joven criada, sino una mujer madura, probablemente anciana, que una vez al año se permite participar en estas reuniones ilícitas mientras su ama lucha desesperadamente por mantener su posición de clase, su autoridad, incluso el dominio sobre su propio hogar. Porque sin la asistencia de las clases bajas, Sara es solo una anciana aterrorizada e impotente en la oscuridad. Análisis de: El Espejo Gótico http://elespejogotico.blogspot.com/2023/04/todos-los-santos-edith-wharton-relato-y.html Texto del relato extraído de: http://elespejogotico.blogspot.com/2023/04/todos-los-santos-edith-wharton-relato-y.html Musicas: - 01. Mind Tricks - Experia (Epidemic) Nota: Este audio no se realiza con fines comerciales ni lucrativos. Es de difusión enteramente gratuita e intenta dar a conocer tanto a los escritores de los relatos y cuentos como a los autores de las músicas. Nota: Este audio no se realiza con fines comerciales ni lucrativos. Es de difusión enteramente gratuita e intenta dar a conocer tanto a los escritores de los relatos y cuentos como a los autores de las músicas. ¿Quieres anunciarte en este podcast? Hazlo con advoices.com/podcast/ivoox/352537 Escucha el episodio completo en la app de iVoox, o descubre todo el catálogo de iVoox Originals
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