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Nada más que música - B.B. King - Live at San Quentin

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Para ponernos en situación; 25 de mayo de 1990, prisión estatal de San Quintín, condado de Marin, California, sobre un escenario improvisado la mejor banda de blues que podía reunirse en ese momento y parapetado tras una Gibson ES-355 apodada Lucille… B.B.King. Live at San Quentin Todas las canciones del disco por separado, canciones tocadas y retocadas por B.B. King cientos o miles de veces a lo largo de su exitosa carrera, no son lo extraordinario del disco. Las habíamos oído antes y las seguiremos escuchando siempre con la misma satisfacción. El verdadero sentido de este álbum es la complicidad y la interactuación que el Rey de Blues consigue con hombres de todos los colores y credos que, por el motivo que sea, están prisioneros entre cuatro paredes. Personas marginadas y apartadas de la sociedad que hablan con B.B. King como si fueran amigos de toda la vida, familiares o vecinos. De hecho, cuando el artista presentaba su canción Sweet sixteen, dos reclusos subieron al escenario para pedirle que no se olvidara de sus duras condiciones de vida. Vamos a escuchar ese momento. Sweet sixteen Hubo un momento durante el concierto que causó un cierto estupor entre la audiencia. B.B. King pidió, en un momento determinado, un aplauso para los guardias que custodiaban la prisión , con ese buenismo tan característico del artista. Y es que todavía se recordaba en la prisión la visita de otro ilustre músico, Johnny Cash, y el desdén con el que miraba a los guardias, solo comparable con el de los propios reclusos. Una de las canciones que King interpretó en este concierto fue Let the good times roll, “Dejemos que los buenos tiempos pasen”, un título que, francamente, no se si era muy apropiado en este contexto. B.B. King lo grabó en 1999 en un álbum dedicado a la música de Louis Jordan. Let the good times holl La música de B.B. King tiene tantos matices como su propia vida. Es inconfundible su manera de tocar la guitarra, con esa especial manera de hacer vibrar las cuerdas con la mano izquierda y su voz, que parece diseñada para el blues. Pero no lo tuvo nada fácil. Nació en condiciones de esclavitud, la separación de sus padres hizo que tuviera que vivir con su abuela. Con 18 años abandonó su pueblo y se fue a trabajar de tractorista, actividad que simultaneó con la música, tocando en la iglesia y en locales de mala muerte. Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, en la que luchó enrolado en el Ejercito de los EEUU, volvió a Memphis para, ahora en serio, retomar su carrera musical. King hizo su primera grabación en 1949 y entonces empezó todo. Desde este momento sus éxitos se sucedieron ininterrumpidamente. Éxitos como este Every day i have the blues, incontestable. Every day i have the blues Si la fama le sonrió a B.B. King no fue por generación espontánea. El tipo era un trabajador incansable, llegando a promediar entre 250 y 300 conciertos al año. Además siempre supo rodearse los mejores músicos, los propios de su banda y de las más brillantes estrellas del mundo del rock: Eric Clapton, Elton John, Sheryl Crow, Van Morrison o Bonnie Raitt. Igualmente, toda su vida reconoció que había tomado “prestadas” algunas virtudes de otros grandes guitarristas: Blind Lemon Jefferson o T-Bone Walker, entre otros. Lo cierto es que él supo aglutinar todas estas virtudes y conseguir un estilo sin parangón en la música popular. Todos su esfuerzos fueron recompensados con numerosos premios: inclusión en el Salón de la Fama del Rock and Roll, 15 premios Grammy y la Medalla Presidencial de la Libertad. No está mal para un pobre negro del delta. Vamos a escuchar ahora Ain’t nobody’s bizness, un viejo blues de la década de 1920 que puede considerarse como uno de los primeros estándares del género. Ain’t nobody’s business B.B. King nunca fue muy ortodoxo y, según su propias palabras, él creía más en la música que en un estilo. Decía “Yo me eduqué en el delta del Missisipi y lo que escuchaba era blues, gospel o country. Así que yo he tocado eso, y también algo de rock, pop...Y mi interés se centra, exclusivamente, en tocar. Lo he hecho con grandes bandas como las de Count Basie, Duke Ellington o Tommy Dorsey, he tocado con músicos de rock y con orquestas sinfónicas. Pero, al final… La música es solo eso, música.” Ahora escucharemos el mismo tema que cerró el concierto que B.B.King dio en la cárcel de San Quentin en 1990, Rock my baby, una canción del propio B.B. King basada en otra de Lil’ Son Jackson, Rockin’ and Rollin, de 1951. La de B.B. King se ha convertido en otro estándar de blues y una de las canciones de este género más grabadas de todos los tiempos. Rock my baby El año 1970, B.B. King visitó también la cárcel del condado de Cook, en Chicago, un hecho que no era en absoluto algo especial ya que el bluesman lo hizo, a lo largo de su vida, en más de cincuenta centros penitenciarios. Y también en esta ocasión dejó constancia de su paso por el recinto en su álbum Live in Cook County Jail, grabado el 10 de septiembre de 1970 y correspondiendo a una invitación del alcaide. King y su banda actuaron para una audiencia de 2.117 personas, la mayoría de ellos jóvenes negros. Un repertorio de éxitos, interpretados y grabados en directo fue suficiente para el disco llegara y se mantuviera un buen tiempo en el número 1 de la lista Top R&B, por cierto, el único álbum de King que lo ha conseguido. La grabación no estuvo exenta de tensión. El alcaide, como atención a los músicos, les hizo una visita guiada por el comedor y los corredores de las celdas. Que los músicos se sintieron un “poquito” incómodos es quedarse cortos. Tocaron en un pequeño escenario en el patio y el público debía de permanecer sentado en unas sillas dispuestas al efecto. Los funcionarios de la prisión contaron con seguridad adicional para el evento, principalmente boxeadores retirados. Pero, bueno, a pesar de todo, B.B. King y su banda hicieron un concierto inolvidable. The Thrill Is Gone, una de las canciones interpretas. Sonido directo de la cárcel. The Thrill Is Gone Bueno, la versión de ese día duraba unos 13’ por lo que, en contra de nuestra costumbre, hemos decidido cortarla un poquito. Esta actuación en la cárcel de condado de Cook produjo en el artista un profundo impacto. Entristecido por las condiciones racistas hacia algunos de los prisioneros negros, King ofreció sus servicios de forma gratuita, no solo en este establecimiento sino también a cualquier otro que quisiera contar con él. Y es que, el hombre, fue una persona muy religiosa y espiritual. De su visita en 1977 a Pablo VI, con motivo de su participación en un concierto de Navidad organizado por el Vaticano, dijo: “Ha significado mucho para mi la audiencia que tuve con el Santo Padre. Tal como amo a Dios, amo al Papa. Le he regalado una guitarra, y el me dio un rosario que va siempre conmigo”. Bueno pues… hay que reconocer que el papa se tiró largo, un rosario por una Gibson. No está mal. Three o clock blues, también interpretada en la cárcel pero esta grabación es de estudio. Three O Clock Blues Bueno amigos, nada más por hoy. Os espero a todos el próximo programa para escuchar más música, conocer a más músicos y recordar viejas historias. Hasta entonces... ¡¡¡buenas vibraciones!!!
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De hecho, cuando el artista presentaba su canción Sweet sixteen, dos reclusos subieron al escenario para pedirle que no se olvidara de sus duras condiciones de vida. Vamos a escuchar ese momento. Sweet sixteen Hubo un momento durante el concierto que causó un cierto estupor entre la audiencia. B.B. King pidió, en un momento determinado, un aplauso para los guardias que custodiaban la prisión , con ese buenismo tan característico del artista. Y es que todavía se recordaba en la prisión la visita de otro ilustre músico, Johnny Cash, y el desdén con el que miraba a los guardias, solo comparable con el de los propios reclusos. Una de las canciones que King interpretó en este concierto fue Let the good times roll, “Dejemos que los buenos tiempos pasen”, un título que, francamente, no se si era muy apropiado en este contexto. B.B. King lo grabó en 1999 en un álbum dedicado a la música de Louis Jordan. Let the good times holl La música de B.B. King tiene tantos matices como su propia vida. Es inconfundible su manera de tocar la guitarra, con esa especial manera de hacer vibrar las cuerdas con la mano izquierda y su voz, que parece diseñada para el blues. Pero no lo tuvo nada fácil. Nació en condiciones de esclavitud, la separación de sus padres hizo que tuviera que vivir con su abuela. Con 18 años abandonó su pueblo y se fue a trabajar de tractorista, actividad que simultaneó con la música, tocando en la iglesia y en locales de mala muerte. Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, en la que luchó enrolado en el Ejercito de los EEUU, volvió a Memphis para, ahora en serio, retomar su carrera musical. King hizo su primera grabación en 1949 y entonces empezó todo. Desde este momento sus éxitos se sucedieron ininterrumpidamente. Éxitos como este Every day i have the blues, incontestable. Every day i have the blues Si la fama le sonrió a B.B. King no fue por generación espontánea. El tipo era un trabajador incansable, llegando a promediar entre 250 y 300 conciertos al año. Además siempre supo rodearse los mejores músicos, los propios de su banda y de las más brillantes estrellas del mundo del rock: Eric Clapton, Elton John, Sheryl Crow, Van Morrison o Bonnie Raitt. Igualmente, toda su vida reconoció que había tomado “prestadas” algunas virtudes de otros grandes guitarristas: Blind Lemon Jefferson o T-Bone Walker, entre otros. Lo cierto es que él supo aglutinar todas estas virtudes y conseguir un estilo sin parangón en la música popular. Todos su esfuerzos fueron recompensados con numerosos premios: inclusión en el Salón de la Fama del Rock and Roll, 15 premios Grammy y la Medalla Presidencial de la Libertad. No está mal para un pobre negro del delta. Vamos a escuchar ahora Ain’t nobody’s bizness, un viejo blues de la década de 1920 que puede considerarse como uno de los primeros estándares del género. Ain’t nobody’s business B.B. King nunca fue muy ortodoxo y, según su propias palabras, él creía más en la música que en un estilo. Decía “Yo me eduqué en el delta del Missisipi y lo que escuchaba era blues, gospel o country. Así que yo he tocado eso, y también algo de rock, pop...Y mi interés se centra, exclusivamente, en tocar. Lo he hecho con grandes bandas como las de Count Basie, Duke Ellington o Tommy Dorsey, he tocado con músicos de rock y con orquestas sinfónicas. Pero, al final… La música es solo eso, música.” Ahora escucharemos el mismo tema que cerró el concierto que B.B.King dio en la cárcel de San Quentin en 1990, Rock my baby, una canción del propio B.B. King basada en otra de Lil’ Son Jackson, Rockin’ and Rollin, de 1951. La de B.B. King se ha convertido en otro estándar de blues y una de las canciones de este género más grabadas de todos los tiempos. Rock my baby El año 1970, B.B. King visitó también la cárcel del condado de Cook, en Chicago, un hecho que no era en absoluto algo especial ya que el bluesman lo hizo, a lo largo de su vida, en más de cincuenta centros penitenciarios. Y también en esta ocasión dejó constancia de su paso por el recinto en su álbum Live in Cook County Jail, grabado el 10 de septiembre de 1970 y correspondiendo a una invitación del alcaide. King y su banda actuaron para una audiencia de 2.117 personas, la mayoría de ellos jóvenes negros. Un repertorio de éxitos, interpretados y grabados en directo fue suficiente para el disco llegara y se mantuviera un buen tiempo en el número 1 de la lista Top R&B, por cierto, el único álbum de King que lo ha conseguido. La grabación no estuvo exenta de tensión. El alcaide, como atención a los músicos, les hizo una visita guiada por el comedor y los corredores de las celdas. Que los músicos se sintieron un “poquito” incómodos es quedarse cortos. Tocaron en un pequeño escenario en el patio y el público debía de permanecer sentado en unas sillas dispuestas al efecto. Los funcionarios de la prisión contaron con seguridad adicional para el evento, principalmente boxeadores retirados. Pero, bueno, a pesar de todo, B.B. King y su banda hicieron un concierto inolvidable. The Thrill Is Gone, una de las canciones interpretas. Sonido directo de la cárcel. The Thrill Is Gone Bueno, la versión de ese día duraba unos 13’ por lo que, en contra de nuestra costumbre, hemos decidido cortarla un poquito. Esta actuación en la cárcel de condado de Cook produjo en el artista un profundo impacto. Entristecido por las condiciones racistas hacia algunos de los prisioneros negros, King ofreció sus servicios de forma gratuita, no solo en este establecimiento sino también a cualquier otro que quisiera contar con él. Y es que, el hombre, fue una persona muy religiosa y espiritual. De su visita en 1977 a Pablo VI, con motivo de su participación en un concierto de Navidad organizado por el Vaticano, dijo: “Ha significado mucho para mi la audiencia que tuve con el Santo Padre. Tal como amo a Dios, amo al Papa. Le he regalado una guitarra, y el me dio un rosario que va siempre conmigo”. Bueno pues… hay que reconocer que el papa se tiró largo, un rosario por una Gibson. No está mal. Three o clock blues, también interpretada en la cárcel pero esta grabación es de estudio. Three O Clock Blues Bueno amigos, nada más por hoy. Os espero a todos el próximo programa para escuchar más música, conocer a más músicos y recordar viejas historias. Hasta entonces... ¡¡¡buenas vibraciones!!!
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