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2731. Poco, suficiente, demasiado
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Mis abuelos tenían poco, mis padres suficiente, y mis hijos demasiado. Analicemos qué ha pasado en tres generaciones, y como demasiado siempre es malo.
Pero antes, recordemos que en Boluda.com tenéis cursos para emprendedores, marketing online, desarrollo web, y todo lo que necesitáis para vuestro negocio online. Estamos entrando ya en la recta final del curso de Zoho Marketing, ¡a por él!
Anunciar también que el tesoro de la búsqueda digital ha subido 500€ más, alcanzando en estos momentos los 4.500€. ¡Muchas gracias a todos los patrocinadores, y mucha suerte a todos los participantes! :)
Hoy quiero hacer un pequeño off-topic para reflexionar sobre cómo ha cambiado el mundo y nuestras vidas en tan solo tres generaciones, y de lo que está por llegar, tanto a nivel personal como profesional.
Tan solo tres generaciones atrás, tenemos a nuestros abuelos, un tiempo en el que el "poco" era prácticamente la norma. Crecieron sin muchas de las comodidades que ahora damos por sentadas. No tenían apenas nada. Vieron llegar la nevera, la televisión, cosas que ahora parecen esenciales. La calefacción en casa no existía, ni hablar del aire acondicionado. La carne era un lujo que comían, con suerte, una vez por semana. Esa época era dura, sin duda, pero también creó una generación fuerte y resiliente.
Luego pasamos a nuestros padres, que nacieron en un tiempo de "poco", pero crecieron en un tiempo en el que había lo "suficiente". Aire acondicionado, calefacción, frigoríficos… ya estaban en la mayoría de hogares. Teníamos una televisión, aunque con 8 o 10 canales como mucho, y nos entreteníamos igual. No había móviles, y para quedar con amigos simplemente… quedábamos. No digo que un flip phone nos hubiese venido mal, pero os aseguro que estoy extremadamente feliz de que las redes sociales no existieran en esos momentos.
En cuanto a los estudios y el coche, nuestros padres nos ayudaron cuando pudieron. A mí, por ejemplo, mi padre me regaló su coche cuando se lo cambió por otro. Incluso me pagaron la universidad privada (ojo, pidiendo un préstamo, que no iban sobrados). Al final, teníamos lo justo para vivir bien. Como dice un azulejo de la Virgen del Rosario que hay en casa de mis padres, "Santa Virgen del Rosario, haced que en esta casa no haya ni poco ni demasiado, solo justo para vivir bien".
Y llegamos a nuestros hijos, que tienen una abundancia que, a veces, parece hasta excesiva. Tienen "demasiado". Hay juguetes por todas partes, no solo en cumpleaños y Navidad, sino también en cualquier ocasión. La comida abunda, y entre chuches, procesados y conservantes, también abunda lo que no es precisamente sano. Tenemos más obesidad que nunca, y la calefacción y el aire acondicionado están en casi cada hogar, sin apenas límites.
Demasiado de todo. Y especialmente, tenemos demasiada información: plataformas, TDT, internet. Y esto va más allá de lo que consumen: estamos rodeados de redes sociales, información constante y, muchas veces, innecesaria o tóxica. Nos vemos bombardeados con estímulos que no solo no necesitamos, sino que nos llevan a compararnos con vidas que parecen siempre más felices, más bellas, más exitosas que las nuestras. Más de 6000 impactos diarios.
Y luego están los estímulos más… "explícitos". Antes, con suerte, teníamos alguna revista en el quiosco o una peli en el plus un viernes por la noche. Ahora, en cambio, hay de todo al alcance de unos pocos clics. Y no solo eso: violencia, tensión, adrenalina… Todo está disponible al instante, desde series de zombis hasta el Juego del Calamar. Incluso las noticias llegan con imágenes crudas que podrían insensibilizarnos con el tiempo. ¿No estaremos volviéndonos insensibles a tanta exposición? ¿Pasaremos de ser empáticos a apáticos, inmunizados por culpa de los superestímulos, sin que nada nos emocione ni nos impacte?
Y aquí es cuando os quiero transmitir esta pregunta. ¿Os pasa lo mismo? ¿No os parece que este exceso puede llegar a ser malo? Nos encontramos en una sociedad donde hemos pasado del "poco" al "demasiado" en dos generaciones, y esto nos plantea grandes incógnitas. Quizás es hora de reconsiderar la cantidad de estímulos y comodidades que realmente necesitamos para vivir bien. ¿Qué opináis? Podéis dejar vuestros comentarios en Spotify. :)
Como siempre, muchas gracias a todos por vuestras valoraciones de cinco estrellas en iTunes y Spotify, suscribiros a los cursos para emprendedores y por estar ahí, al otro lado. Sin vosotros esto no sería lo que es, sin vosotros esto simplemente… ¡No sería!
Nos escuchamos mañana, en un episodio especial de Black Friday 2024. Como siempre, a las 07:07. Hasta entonces… ¡Muy buenos días!
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Mis abuelos tenían poco, mis padres suficiente, y mis hijos demasiado. Analicemos qué ha pasado en tres generaciones, y como demasiado siempre es malo.
Pero antes, recordemos que en Boluda.com tenéis cursos para emprendedores, marketing online, desarrollo web, y todo lo que necesitáis para vuestro negocio online. Estamos entrando ya en la recta final del curso de Zoho Marketing, ¡a por él!
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Hoy quiero hacer un pequeño off-topic para reflexionar sobre cómo ha cambiado el mundo y nuestras vidas en tan solo tres generaciones, y de lo que está por llegar, tanto a nivel personal como profesional.
Tan solo tres generaciones atrás, tenemos a nuestros abuelos, un tiempo en el que el "poco" era prácticamente la norma. Crecieron sin muchas de las comodidades que ahora damos por sentadas. No tenían apenas nada. Vieron llegar la nevera, la televisión, cosas que ahora parecen esenciales. La calefacción en casa no existía, ni hablar del aire acondicionado. La carne era un lujo que comían, con suerte, una vez por semana. Esa época era dura, sin duda, pero también creó una generación fuerte y resiliente.
Luego pasamos a nuestros padres, que nacieron en un tiempo de "poco", pero crecieron en un tiempo en el que había lo "suficiente". Aire acondicionado, calefacción, frigoríficos… ya estaban en la mayoría de hogares. Teníamos una televisión, aunque con 8 o 10 canales como mucho, y nos entreteníamos igual. No había móviles, y para quedar con amigos simplemente… quedábamos. No digo que un flip phone nos hubiese venido mal, pero os aseguro que estoy extremadamente feliz de que las redes sociales no existieran en esos momentos.
En cuanto a los estudios y el coche, nuestros padres nos ayudaron cuando pudieron. A mí, por ejemplo, mi padre me regaló su coche cuando se lo cambió por otro. Incluso me pagaron la universidad privada (ojo, pidiendo un préstamo, que no iban sobrados). Al final, teníamos lo justo para vivir bien. Como dice un azulejo de la Virgen del Rosario que hay en casa de mis padres, "Santa Virgen del Rosario, haced que en esta casa no haya ni poco ni demasiado, solo justo para vivir bien".
Y llegamos a nuestros hijos, que tienen una abundancia que, a veces, parece hasta excesiva. Tienen "demasiado". Hay juguetes por todas partes, no solo en cumpleaños y Navidad, sino también en cualquier ocasión. La comida abunda, y entre chuches, procesados y conservantes, también abunda lo que no es precisamente sano. Tenemos más obesidad que nunca, y la calefacción y el aire acondicionado están en casi cada hogar, sin apenas límites.
Demasiado de todo. Y especialmente, tenemos demasiada información: plataformas, TDT, internet. Y esto va más allá de lo que consumen: estamos rodeados de redes sociales, información constante y, muchas veces, innecesaria o tóxica. Nos vemos bombardeados con estímulos que no solo no necesitamos, sino que nos llevan a compararnos con vidas que parecen siempre más felices, más bellas, más exitosas que las nuestras. Más de 6000 impactos diarios.
Y luego están los estímulos más… "explícitos". Antes, con suerte, teníamos alguna revista en el quiosco o una peli en el plus un viernes por la noche. Ahora, en cambio, hay de todo al alcance de unos pocos clics. Y no solo eso: violencia, tensión, adrenalina… Todo está disponible al instante, desde series de zombis hasta el Juego del Calamar. Incluso las noticias llegan con imágenes crudas que podrían insensibilizarnos con el tiempo. ¿No estaremos volviéndonos insensibles a tanta exposición? ¿Pasaremos de ser empáticos a apáticos, inmunizados por culpa de los superestímulos, sin que nada nos emocione ni nos impacte?
Y aquí es cuando os quiero transmitir esta pregunta. ¿Os pasa lo mismo? ¿No os parece que este exceso puede llegar a ser malo? Nos encontramos en una sociedad donde hemos pasado del "poco" al "demasiado" en dos generaciones, y esto nos plantea grandes incógnitas. Quizás es hora de reconsiderar la cantidad de estímulos y comodidades que realmente necesitamos para vivir bien. ¿Qué opináis? Podéis dejar vuestros comentarios en Spotify. :)
Como siempre, muchas gracias a todos por vuestras valoraciones de cinco estrellas en iTunes y Spotify, suscribiros a los cursos para emprendedores y por estar ahí, al otro lado. Sin vosotros esto no sería lo que es, sin vosotros esto simplemente… ¡No sería!
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