361: Fe y perseverancia: ¡nunca te des por vencido! - 26/01/2025 - # 1336
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Pastor José Luis Cinalli
26/1/2025
Fe y perseverancia: ¡nunca te des por vencido!
26/1/2025
Fe y perseverancia: ¡nunca te des por vencido!
“El justo vivirá por fe… y si retrocede cobardemente ya no me agradará (BDA2010)… si vuelve atrás no pondré… en él mi complacencia”, Hebreos 10:38 (RV60, Castillian).
Corría el año 2021. Poco a poco retomábamos los desafíos ministeriales después de la pandemia. Como respuesta a un tiempo de clamor congregacional Dios reveló un nuevo diseño: tomar los cuatros puntos cardinales de nuestro país para luego sembrar la Palabra en cada hogar. Comenzamos en Bernardo de Irigoyen al este y terminamos en el Chaltén al oeste. Fue precisamente allí, el punto más occidental de la Argentina, donde una voz angelical nos confrontó con una pregunta decisiva para nuestro futuro eterno: “¿dónde estarán de aquí a cinco, diez o cien años? Después de asentar la placa de mármol que contenía la declaración profética, tomados de las manos y profetizando nueva vida sobre los huesos secos, se nos desafió a permanecer firmes en el camino de la fe. Sea en un año o en un siglo, vivos en la tierra de los vivientes o presentes ante el Señor, que nuestra fe permanezca intacta.
La vida cristiana es un campo de batalla, no un parque de diversiones. Estamos en guerra. Y en esta guerra no hay neutrales, ¡todo el mundo está implicado, ya sea por Dios contra Satanás o por Satanás contra Dios! ¿Y qué es lo que está en juego? Nuestro destino eterno. Cuando Pablo dijo que luchamos “contra espíritus malignos de los lugares celestiales” (Efesios 6:12, NTV) hay quienes interpretan “lugares celestiales” como “en las cosas celestiales”. No luchamos por trivialidades sino por lo celestial, ¡por el cielo mismo! Aun así son muchos los que abandonan; ante la primera señal de dificultad besan al Maestro y traicionan la causa. Los efraimitas fueron culpables del pecado de arrojar cobardemente la armadura y huir de las batallas del Señor: “Los guerreros de Efraín… dieron la espalda y huyeron el día de la batalla… retrocedieron el día del combate”, Salmo 78:9 (NTV, CJ). Como resultado Dios “rechazó… a… Efraín… y eligió a la tribu de Judá…”, Salmo 78:67-68 (NTV). ¡Los inconsecuentes y cobardes no son tenidos en cuenta por Dios! Además perdieron el privilegio de tener el arca. Dios dijo: “Elegí a Jerusalén para habitar en ella…”, 2º Crónicas 6:6 (BAD). ¡Retroceder cobardemente en el camino de la fe nos deja sin bendiciones! Jesús dijo: “El reino de Dios avanza… solo la gente valiente y decidida logra formar parte de él”, Mateo 11:12 (TLA) Luego agregó: “Recuerden lo que le pasó a la esposa de Lot”, Lucas 17:32 (NTV). Los que ‘prueban’ a Dios, y luego lo dejan, son transformados en un monumento de fracaso y condenación. Se requiere valor y determinación para llegar al cielo. “Todos deben esforzarse para entrar en él”, Lucas 16:16 (BDA2010). ¿Recuerdas las vírgenes de la parábola? Estuvieron a punto de entrar al cielo, pero se quedaron afuera para siempre. ¡Personas casi salvadas pero eternamente perdidas! Las mujeres no eran enemigas del novio, ni siquiera desconocidas. Eran las ‘damas de honor’. Muchos de los que quedarán excluidos de las Bodas del Cordero no serán incrédulos sino los que en esta vida profesaron ser cristianos, pero no perseveraron hasta el final.
Pensemos en el perjuicio temporal y eterno para aquellos que, endureciendo su corazón, se vuelven nuevamente al mundo. Jesús dijo: “No es apto… no es digno para servir en el reino de Dios…”, Lucas 9:62 (RV60, DA). Pedro agregó: “Si una persona que había escapado de los perversos caminos del mundo (por haber conocido a nuestro Señor y Salvador Jesucristo)… se enreda y vuelve a quedar esclavizada por el pecado, termina peor que antes… Mejor le hubiera sido no haber conocido a Cristo que luego tirar a un lado los santos mandamientos que le fueron dados….”, 2ª Pedro 2:20-21 (NT-BAD, NTV). Finalmente el escritor a los hebreos dijo: “Los que después de haber recibido… la luz de Dios, haber saboreado el don celestial y haber participado del Espíritu Santo… si después de todo esto todavía apostatan… y deciden separarse del camino de Dios (PDT)… es ya imposible que se pongan de nuevo en camino de conversión… imposible es renovarlos otra vez para arrepentimiento…”, Hebreos 6:4-6 (NT-AF, VM). El juicio para los que dejan de seguir a Dios no es una nimiedad: “Si decidimos seguir pecando después de conocer la verdad… solo nos queda esperar el juicio terrible, un fuego ardiente que destruirá a los enemigos de Dios”, Hebreos 10:26-27 (PDT). “… Dios… promete paz a su pueblo… siempre y cuando no vuelvan a la vida pecadora que llevaban antes”, Salmo 85:8 (BAD, PDT); Ezequiel 18:24. “El Señor dice: destruiré… a los que se han apartado de mi (TLA)… a quienes le dieron la espalda al Señor….”, Sofonías 1:2-6 (PDT). En otras palabras, los que reniegan de la fe “retroceden para perdición”, Hebreos 10:39. La perseverancia en Dios no es una baratija, es un tesoro a cuidar. Renegar de la fe tiene implicancias eternas: perdemos mucho más que la vida plena en esta tierra, perdemos la vida eterna en el cielo: “… Son salvos, si retienen la palabra que les prediqué… de lo contrario se habrá echado a perder su fe”, 1ª Corintios 15:2 (NBLH, BLPH); 2ª Juan 1:9; Hebreos 3:12-14; 2ª Pedro 1:10-11; 1ª Timoteo 4:16. El asunto es muy solemne: ¡gozaremos de vida eterna solo si mantenemos firme nuestra fe en Dios obedeciendo sus mandamientos hasta el final!
El apóstol Pablo estaba muy preocupado por la fe de sus hijos espirituales: “… Ya no pude resistir más, envié a Timoteo, pues necesitaba saber si ustedes seguían confiando en Dios… Pero ahora Timoteo ha regresado… y nos ha contado que ustedes… no han dejado de confiar en Dios… hemos recibido mucho consuelo al saber que… siguen firmes en su fe (DHH)… Sabiendo que permanecen firmes en Él, podemos soportar cualquier aflicción”, 1ª Tesalonicenses 3:5-7 (TLA, NT-BAD). Si la perseverancia de los creyentes fue de tanto consuelo para Pablo, cuánto más lo será para nuestro Señor, quién se dio a sí mismo para redimirnos del pecado. La causa primaria de nuestra perseverancia es el bien de Dios. Por eso la Biblia dice que el que retroceda cobardemente “Dios no estará contento con él”, Hebreos 10:38 (NT-BAD). Dios honra nuestra perseverancia y nuestra perseverancia honra a Dios. La firmeza de Pablo hasta la muerte le dio gloria a Dios. El apóstol dijo haber peleado la buena batalla y haber terminado la carrera siendo fiel a Dios, 2ª Timoteo 4:7. Pablo vivió su vida de espalda a este mundo y de cara a la eternidad; Demas, en cambio, hizo todo lo contrario. Comenzó bien su carrera cristiana, pero luego abandonó a Cristo: “Demas… se ha ido… pues ama demasiado las cosas de este mundo…”, 2ª Timoteo 4:10 (TLA). Si nuestro deleite no es Dios, cualquier cosa que este mundo nos ofrezca robará nuestro corazón y terminaremos traicionando la causa del Señor. Hagamos de Cristo el centro de nuestra vida como lo hizo Pablo. Aunque nuestro mayor ejemplo es Jesús. En cuanto a valor, nuestro Señor no tiene igual. Nunca volvió la espalda ante el peligro, ni aun cuando el odio infernal y la justicia divina parecían estar en su contra. Satanás no podía derrotarlo; nuestro Salvador nunca perdió una batalla, ni siquiera cuando perdió la vida. Ganó la victoria, llevando el botín al Cielo en el carro triunfal de su ascensión. Puede que estés en medio de una gran batalla, asediado por la aflicción y la tentación, pero recuerda que sobre la muralla del cielo muchos de tus camaradas que ya han vencido claman diciendo: “lucha a muerte y la ciudad celestial también será tuya”. Aquella nube de testigos (Hebreos 12:1) grita animándonos a perseverar y a no desistir. Vamos, vence esa tentación, supera esa dificultad, recupera el terreno perdido al enemigo. ¡Sigue adelante; sí, sigue adelante por el bien de nuestro Dios!
“… El justo vivirá por fe; y si retrocediere, no agradará a mi alma”, Hebreos 10:38. La palabra retroceder significa enrollar, como cuando se encoge o se pliegan las velas de un barco y se las sujeta al mástil. Cuando eso ocurre la embarcación se frena, ¡sin vela desplegada, no hay viento que impulse el barco! Pensemos en nuestra vida como si fuera una vela. Si la mantenemos desplegada, el viento del Espíritu Santo la impulsará a lo largo del camino, ya sea a través de mares quietos o turbulentos. Ni se te ocurra enrollar las velas. “No somos de los que retroceden para perdición, sino de los que tienen fe para preservación del alma”, Hebreos 10:39. Se nos convoca a orar por aquellos en cuyas vidas la luz de Cristo parpadea tenuemente a punto de apagarse. Se nos convoca a orar por aquellos que tomaron la catastrófica decisión de alejarse de Dios. Oremos para que aquellos que un día ‘probaron’ y luego se apartaron vuelvan en sí, como el hijo pródigo y regresen a los brazos del Padre. Además, somos convocados a seguir el ejemplo de aquellos que han permanecido fieles a Dios durante décadas. Sus ejemplos no son para despreciar. El paso del tiempo es una prueba muy severa para el cristiano. Un hombre puede permanecer en la hoguera y arder durante unos minutos pero colgado sobre un fuego lento, ¿quién puede soportarlo? Disfrutar de una primavera espiritual no es extraño a ningún creyente, pero permanecer en el lugar del atalaya día y noche, siempre vigilantes para que el enemigo no nos sorprenda y nuestro corazón no nos traicione, requiere valor y determinación. Permanezcamos en el único lugar donde nuestra paciencia no se agotará ni la vida espiritual correrá peligro: en la mismísima presencia del Todopoderoso. “En secreto, junto a ti los escondes... los mantienes ocultos en tu carpa... los proteges en tu presencia”, Salmo 31:20 (BLA, NTV). Recuérdalo, a tu fe agrégale perseverancia, ¡y nunca te des por vencido!
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