568. El acomedido (argentina)
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Juan David Betancur
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Había una vez un viejito y una viejita que vivían en una pequeña choza en las afueras del pueblo. Tenían tres hijos varones, y aunque eran pobres, siempre se ayudaban mutuamente.
Un día, la hambruna azotó la región, y la familia apenas tenía suficiente para comer. La viejita lloraba de hambre, y el viejito, preocupado por su familia, decidió enviar a sus hijos en busca de ayuda.
El hijo mayor, un joven fuerte y decidido, salió a rodar tierra. Caminó durante horas hasta que se encontró con un viejito de barba blanca. El viejito le preguntó a dónde iba, y el hijo mayor le contó sobre la pobreza en su hogar. El viejito le pidió que llevara una carta a una señora en un lugar lejano. El hijo mayor aceptó y tomó la carta, pero en lugar de entregarla, la tiró al suelo y mintió al viejito, diciendo que la había entregado.
El viejito, sin embargo, no se dejó engañar. Le ofreció al hijo mayor cien pesos o un “Dios te lo pague”. El joven eligió los cien pesos y regresó a casa. Pero cuando su padre descubrió la verdad, lo castigó severamente por su mentira.
El segundo hijo, viendo el fracaso de su hermano, también salió en busca de ayuda. Se encontró con el mismo viejito y recibió la misma oferta. Pero como su hermano, eligió los cien pesos y mintió sobre la entrega de la carta. Al regresar a casa, también fue castigado por su padre.
Finalmente, el hijo más chico, un muchacho astuto y observador, decidió intentarlo. Se encontró con el viejito y eligió el “Dios te lo pague”. El viejito le dio un burrito y una carta para entregar a una señora en un lugar remoto.
Salió el chico y cuando ya había caminado un buen trecho se encontró con un rio de creciente clara. Y el burrito le ayudo a cruzar. Más allá le apareció un río con creciente blanca. Y también la gracias al burrito la pudo pasar Porque el viejito le había dado al muchacho una espuelita de plata diciendole que la usara cuando el burro no quisiera enfrentar algún peligro. Más adelante se le apareció un río con agua color sangre y el burro se asusto mucho y se rehusaba a cruzar, pero el muchacho utilizo de nuevo la espuela y finalmente el burro y el muchacho cruzaron el rio color sangre. Y más adelante encontraron dos piedras blancas que se juntaban y se separaban y se juntabane. Estas piedras eran peligrosas porque había que cruzarlas en el momento justo o ellas podían aplastarlos. El muchacho que era muy inteligente midio cuanto tiempo se demoraban las piedras para abrirse y cerrarse de nuevo y cuando se abrieron puyo al burro con la espuela y este salió corriendo cruzando antes de que se cerraran las dos. Después de pasar esas piedras vio el muchacho dos toros peliando en medio del camino. El muchacho espero hasta que los toros se separaron cansados de peliar y rápidamente cruzo con su burro. Luego de esto vio un potrero lleno de pasto y curiosamente lleno de vacas flacas, luego vio un potrero sin pasto, y lleno de vacas gordas. Todo esto le llamo la atención porque no comprendía como las vacas estaban flacas con un potrero lleno de pasto y como las vacas gordas estaban en un potrero sin pasto. Pero siguió adelante con su burrito. Finalmente al caer el día llego hasta una casa solitaria en medio de un gran valle. Allí era el lugar donde debía entregar la carta.
Toco la puerta y una mujer de muchos anos salió a sadudarlo y el muchacho le entrego la carta. La señora agradecida le ofrecio una comida y el muchacho se quedo dormido inmediatamente. El muchacho durmió un mes entero y cuando la señora lo despertó le entrego un pedazo de carbón y una carta y le dijo que ya podía regresar a donde el viejo que lo había enviado y que le entregara esa carta.
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