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Paiporta: 'los militares' sí llegaron, pero vestidos de paisanos y armados con escobas
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48 horas antes de que el presidente Pedro Sánchez anunciara “el mayor despliegue en España de militares y policías en tiempos de paz”, un ejército ciudadano había llegado a los municipios de Valencia devastados por la riada. Principalmente a Paiporta, hundido en el fango y el caos.
Un reportaje de nuestra enviada especial Angélica Pérez
Armados de palas y escobas, centenares de personas caminan por la carretera que lleva a Paiporta. Aunque vienen de localidades aledañas sienten que se dirigen a otro planeta, el del horror en el que quedaron atrapados sus vecinos.
“Donde nosotros vivimos está todo perfecto. Es que te pones a ver las imágenes y parece surrealista”, dice Olaz Ramírez, quien vive a solo 20 minutos en coche de Paiporta. “Es que parece que fuera otra ciudad u otro país, es que no tiene nada que ver con nosotros”.
Olaz Ramírez va con su marido y sus tres niños de diez, ocho y cinco años y cuenta que “ellos quisieron ayudar y quisieron ver esto también y valorar lo que tenemos”.
En la subida del puente de San Marcelino que une a la ciudad capital con los municipios del sur, hay un peaje solidario. No se paga, se recibe.
“¿Puede llevar aunque sea una leche o agua, o algo en la mano?”, pregunta uno de los voluntarios.
“¿Puedes llevar cosas para ayudar a la gente?”, pregunta también Adrián, quien tiene 9 años y con algunos adultos reparten a los voluntarios que pasan, víveres que la gente dona para los damnificados.
El tiene claro porqué está allí: “ha habido una inundación en muchos pueblos. Van a ir a dar comida y bebida porque hay gente que se ha quedado sin casa”.
Al llegar a Paiporta, la imagen es de una tierra arrasada por un tsunami. Toneladas de lodo y de trastos. Montañas de autos arrastrado por el río. En cada calle, cientos de voluntarios ayudan a los habitantes a barrer la vorágine que dejó la Dana.
Yasmina y Vicente Gómez son unos de ellos y coinciden en que ahora, sin máquinas, es poco lo que podrán lograr sus manos.
“Es verdad que ahora todo lo que hemos ayudado es a sacar barro, ya son solo los camiones los que tienen que entrar a quitar todo lo que hay, ya la marea humana que hay tampoco hace mucho”, indicó Yasmina.
Mauricio también piensa que “hasta que no vengan las máquinas, aquí la gente puede hacer poco ya”.
Con el sabor amargo del abandono estatal, los sobrevivientes de Paiporta agradecen infinitamente esa marea humana que vino a socorrerlos. Vicente Cascales vive en un edificio cuyos parqueaderos subterráneos y primera planta quedaron anegados en cosas de minutos.
“Gracias a otro vecino que también estaba sacando el coche, logramos entre 3 personas salvarnos la vida. Esto no tiene palabras y esto va a costar mucho. Y aquí ha habido una ayuda solidaria que no vamos a poder agradecer ni con palabras, ni con dinero, ni con gestos”, indicó.
Antonio Maroto, es un pensionado. Su mujer lo arrancó de las aguas por el brazo cuando bajó al garaje a rescatar su bicicleta.
“Hoy han pasado por aquí 40 chicos, 50 chicos jóvenes con pala. Todo lo que ves es en función de voluntarios. El único que ha fallado aquí es el gobierno, en sus previsiones meteorológicas y de aviso a la gente", aseguró.
Cae la noche, embarrados hasta las pestañas los voluntarios se van de Paiporta convencidos de que hicieron lo que había que hacer.
247 episodios
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48 horas antes de que el presidente Pedro Sánchez anunciara “el mayor despliegue en España de militares y policías en tiempos de paz”, un ejército ciudadano había llegado a los municipios de Valencia devastados por la riada. Principalmente a Paiporta, hundido en el fango y el caos.
Un reportaje de nuestra enviada especial Angélica Pérez
Armados de palas y escobas, centenares de personas caminan por la carretera que lleva a Paiporta. Aunque vienen de localidades aledañas sienten que se dirigen a otro planeta, el del horror en el que quedaron atrapados sus vecinos.
“Donde nosotros vivimos está todo perfecto. Es que te pones a ver las imágenes y parece surrealista”, dice Olaz Ramírez, quien vive a solo 20 minutos en coche de Paiporta. “Es que parece que fuera otra ciudad u otro país, es que no tiene nada que ver con nosotros”.
Olaz Ramírez va con su marido y sus tres niños de diez, ocho y cinco años y cuenta que “ellos quisieron ayudar y quisieron ver esto también y valorar lo que tenemos”.
En la subida del puente de San Marcelino que une a la ciudad capital con los municipios del sur, hay un peaje solidario. No se paga, se recibe.
“¿Puede llevar aunque sea una leche o agua, o algo en la mano?”, pregunta uno de los voluntarios.
“¿Puedes llevar cosas para ayudar a la gente?”, pregunta también Adrián, quien tiene 9 años y con algunos adultos reparten a los voluntarios que pasan, víveres que la gente dona para los damnificados.
El tiene claro porqué está allí: “ha habido una inundación en muchos pueblos. Van a ir a dar comida y bebida porque hay gente que se ha quedado sin casa”.
Al llegar a Paiporta, la imagen es de una tierra arrasada por un tsunami. Toneladas de lodo y de trastos. Montañas de autos arrastrado por el río. En cada calle, cientos de voluntarios ayudan a los habitantes a barrer la vorágine que dejó la Dana.
Yasmina y Vicente Gómez son unos de ellos y coinciden en que ahora, sin máquinas, es poco lo que podrán lograr sus manos.
“Es verdad que ahora todo lo que hemos ayudado es a sacar barro, ya son solo los camiones los que tienen que entrar a quitar todo lo que hay, ya la marea humana que hay tampoco hace mucho”, indicó Yasmina.
Mauricio también piensa que “hasta que no vengan las máquinas, aquí la gente puede hacer poco ya”.
Con el sabor amargo del abandono estatal, los sobrevivientes de Paiporta agradecen infinitamente esa marea humana que vino a socorrerlos. Vicente Cascales vive en un edificio cuyos parqueaderos subterráneos y primera planta quedaron anegados en cosas de minutos.
“Gracias a otro vecino que también estaba sacando el coche, logramos entre 3 personas salvarnos la vida. Esto no tiene palabras y esto va a costar mucho. Y aquí ha habido una ayuda solidaria que no vamos a poder agradecer ni con palabras, ni con dinero, ni con gestos”, indicó.
Antonio Maroto, es un pensionado. Su mujer lo arrancó de las aguas por el brazo cuando bajó al garaje a rescatar su bicicleta.
“Hoy han pasado por aquí 40 chicos, 50 chicos jóvenes con pala. Todo lo que ves es en función de voluntarios. El único que ha fallado aquí es el gobierno, en sus previsiones meteorológicas y de aviso a la gente", aseguró.
Cae la noche, embarrados hasta las pestañas los voluntarios se van de Paiporta convencidos de que hicieron lo que había que hacer.
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