¿Qué pasará en México si Trump cumple sus amenazas?

El Reportero

A dos meses de su victoria electoral, Donald Trump mantiene sus amenazas contra Canadá y México de imponer fuertes aranceles. Ante la débil y desarticulada defensa que parece estar construyendo el gobierno mexicano, es crucial preguntarnos cuáles serían las implicaciones reales si estas amenazas se materializan.

Muchos consideran que es improbable que Trump lleve a cabo estas medidas. Sin embargo, no es del todo imposible que las implemente, al menos en el corto plazo y durante un periodo limitado. La pregunta clave es: ¿qué pasaría con México si Trump cumple sus amenazas? La imposición de aranceles no viene sola; está acompañada de otros desafíos, como las deportaciones masivas de migrantes.

Es importante enfatizar que estas amenazas no son simples palabras al viento. La selección de los colaboradores de Trump sugiere una intención firme de cumplirlas. Por ejemplo, su gabinete está compuesto por figuras de línea dura, como Tom Homan, ferviente defensor de políticas antiinmigrantes en la frontera sur. También está Marco Rubio, nominado para secretario de Estado, y Ronald Johnson, próximo embajador en México, cuyo papel fue crucial en el ascenso de Nayib Bukele en El Salvador. Además, Jameson Greer, designado para la Oficina de Comercio, participará nuevamente en la renegociación del Tratado de Libre Comercio.

Según analistas financieros internacionales, México es el país más vulnerable ante las amenazas de Trump, particularmente si se concretan. Datos de la Unidad de Inteligencia de The Economist indican que el 83% de las exportaciones no petroleras de México tienen como destino Estados Unidos. Además, 10.5 millones de mexicanos residen actualmente en territorio estadounidense, y dos tercios del Producto Interno Bruto (PIB) de México dependen del comercio bilateral. Si Trump cumple sus amenazas, el impacto económico sería devastador.

En el caso de los aranceles, se estima que podrían alcanzar hasta el 20%. Esto provocaría una rápida depreciación del peso y una volatilidad económica sin precedentes. Las empresas exportadoras, incapaces de competir con semejante carga, iniciarían despidos masivos, afectando principalmente a los trabajadores del sector. La caída del PIB sería inevitable, agravada por la pérdida de confianza de las empresas que habían planeado aprovechar el nearshoring en México.

Por otro lado, las deportaciones masivas también tendrían efectos desastrosos. Con más de 10 millones de mexicanos en Estados Unidos, las remesas, que representan cerca de 5 mil millones de dólares mensuales y benefician a 4.9 millones de familias, se reducirían drásticamente. Esto dejaría a millones de personas sin un ingreso vital, sumándose al impacto de las deportaciones mismas.

Implementar estas medidas, sin embargo, no es sencillo. Según el American Immigration Council, un esquema de deportaciones como el que propone Trump tendría un costo descomunal estimado de 88 mil millones de dólares anuales, lo que lo hace logísticamente complicado. Durante la administración de Barack Obama, conocida por registrar el mayor número de deportaciones en la historia reciente, apenas se logró deportar a medio millón de personas al año, una cifra muy lejana al millón prometido por Trump.

A pesar de estos desafíos, subestimar la posibilidad de que Trump intente cumplir sus amenazas sería un error grave. Aunque estas medidas también afectarían a la economía estadounidense, el impacto para México sería catastrófico, comparable a un "balazo en la columna vertebral".

Es triste reconocerlo, pero tres décadas de integración económica en América del Norte no han sido suficientes para construir un bloque sólido. La fragilidad del Tratado de Libre Comercio ha quedado en evidencia, y las tensiones internas entre los tres países ponen en riesgo su continuidad. Estados Unidos, con una economía más robusta, podría absorber los costos de estas medidas. México, en cambio, no.