YA NO SOMOS ESCLAVOS DEL PECADO

Paso a Paso a la Eternidad.

YA NO SOMOS ESCLAVOS DEL PECADO La esclavitud era una práctica común en el tiempo del imperio romano. Los esclavos desempeñaban labores de servicio, administración pública, maestros de los hijos de los amos. Podían llegar a poseer propiedades, pero, socialmente, siempre eran vistos como esclavos y seres inferiores. En la actualidad, en la mayoría de los países del mundo, la esclavitud como tal está abolida. A pesar de que en estos países fue abolida la esclavitud, muchos hombres voluntariamente siguen viviendo bajo la esclavitud, pero ya no bajo la esclavitud del hombre, sino del pecado. El pecado desde que ingresó a este mundo, ha esclavizado a toda la humanidad. Por eso, Cristo Jesús vino a este mundo para liberar a la humanidad de esta esclavitud, y no sean condenados eternamente. Esta libertad la dio cuando entregó Su vida en la cruz del calvario. Los que aceptan esta obra redentora de Cristo, ya no son esclavos del pecado, esto lo afirma el apóstol Pablo: “Sabemos que nuestra vieja naturaleza fue crucificada con él para que nuestro cuerpo pecaminoso perdiera su poder, de modo que ya no siguiéramos siendo esclavos del pecado;” Romanos 6:6 NVI. Antes de nuestra conversión al cristianismo, nosotros estábamos bajo el gobierno tiránico del pecado, quien impulsaba a nuestro ser para que llevemos una vida reprochable, practicando toda clase de maldades que ofendían en gran manera a Dios, pero tras nuestra conversión a Cristo, el poder que tenía el pecado sobre nuestras vidas murió con Cristo en la cruz. Es decir, el poder tiránico que ejercía el pecado sobre nuestras vidas quedó anulado definitivamente. El pecado ya no tiene ningún dominio sobre los hijos de Dios. Nuestro cuerpo pecaminoso ha perdido toda clase de poder al consagrar nuestras vidas a Cristo Jesús. En nuestra conversión a Cristo nos quitamos el viejo hombre y nos revestimos del nuevo hombre, como si estuviésemos cambiando nuestros sucios harapos de inmundicia por una vestidura sin mancha. Nuestro viejo hombre murió con Cristo y la vida que disfrutamos ahora es una vida dada por Dios que es la vida de Cristo mismo. Hemos sido removidos de la presencia y el control del hombre no regenerado, de tal modo que no tenemos por qué seguir los recuerdos que quedan de nuestros hábitos pecaminosos como si siguiéramos bajo su influencia maligna. A pesar de que ya no estamos bajo la esclavitud del pecado, a veces sentiremos deseos de pecar y algunas veces lo haremos. La diferencia radica en que antes de ser salvos, éramos esclavos de nuestra naturaleza pecaminosa, pero ahora ya no estamos bajo su control, ni su dominio, por eso podemos elegir vivir para Cristo.