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Reflexiones (Episodio 37) Seguridad para las Madres [Génesis 21.16-19]

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Seguridad para las Madres

Una de las emociones que más nos aqueja es el miedo. Fácilmente nos sentimos inseguros y creemos que muy poco es digno de nuestra confianza, por eso le tememos a tantas personas, cosas o situaciones.

El libro de Génesis nos narra la historia de Agar, una esclava que fue rechazada, abandonada con su hijo en medio del desierto, y que tuvo que enfrentar el peor temor para una madre: la muerte de su hijo.

Esta historia dice:

“y se fue y se sentó enfrente, a distancia de un tiro de arco; porque decía: No veré cuando el muchacho muera. Y cuando ella se sentó enfrente, el muchacho alzó su voz y lloró. Y oyó Dios la voz del muchacho; y el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo, y le dijo: ¿Qué tienes, Agar? No temas; porque Dios ha oído la voz del muchacho en donde está. […] Entonces Dios le abrió los ojos, y vio una fuente de agua; y fue y llenó el odre de agua, y dio de beber al muchacho.” Génesis 21:16-17, 19

Agar había tenido que aceptar ser la concubina de Abraham por petición de Sara, su esposa. Debido a la crisis de fe que ella experimentó al ver que Dios no cumplía la promesa de darles un hijo, él aceptó sin ninguna objeción y se unió con Agar, quien concebiría a Ismael.

Catorce años después Dios hizo que Sara concibiera de Abraham a Isaac, y con el tiempo fue destetado.

En ese momento Abraham hizo un banquete en honor de su hijo, pero Sara vio que Ismael se burlaba de Isaac, persiguiéndolo y acosándolo. Como era de esperarse, Sara se disgustó mucho y le pidió a Abraham que lo echara de su casa junto a su madre.

Esta petición angustió a Abraham, pero eso hacía parte del plan de Dios. Así que él obedeció y los despachó para que emprendieran su viaje solos.

Un viaje muy difícil para Agar, porque ¿a dónde iría? Como era de esperarse, anduvieron errantes por el desierto.

Agar era una simple esclava, había permanecido en la casa de su Señor y cuando viajaba con él, ella no tenía que preocuparse por la ruta, por su seguridad, por calcular las provisiones para el viaje y tampoco por el dinero, ella solo sabía seguir órdenes.

¿Cómo pedirle a una mujer así que tome control de su vida y la de su hijo de un momento para otro?

Además, ella viajaba con el dolor de haber sido rechazada, avergonzada y con la tristeza de ver cómo habían despojado de sus derechos a su propio hijo, lo que tal vez era su dolor más grande, porque toda madre puede soportar que la humillen a ella, pero no a su hijo.

Y como si todo eso no fuera poco, llegó al punto más bajo y difícil al que podía llegar, ver a su hijo en agonía producto del calor del desierto, de la falta de agua y provisiones.

Así que Agar solo pudo aceptar su realidad y su incapacidad, se resignó y tuvo que doblegar su corazón ante la posible muerte de Ismael.

Pero el llanto y clamor de Ismael fueron escuchados por Dios y Él les mostró un pozo de agua del que pudieron beber.

¡Esta historia es hermosa! porque nos ayuda a entender dos verdades muy importantes:

La primera es que nuestra vida esta determinada por el plan de Dios y no por las circunstancias que vivimos, sí hubiese sido por las estadísticas, Ismael habría muerto porque lo tenía todo en su contra, pero el plan de Dios era otro y se cumpliría a pesar de todo. No pensemos que nuestra seguridad está determinada por el ambiente en el que vivimos, sino creamos que Dios es el que conforme a su propósito define cada uno de nuestros días hasta que llegamos al último.

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Seguridad para las Madres

Una de las emociones que más nos aqueja es el miedo. Fácilmente nos sentimos inseguros y creemos que muy poco es digno de nuestra confianza, por eso le tememos a tantas personas, cosas o situaciones.

El libro de Génesis nos narra la historia de Agar, una esclava que fue rechazada, abandonada con su hijo en medio del desierto, y que tuvo que enfrentar el peor temor para una madre: la muerte de su hijo.

Esta historia dice:

“y se fue y se sentó enfrente, a distancia de un tiro de arco; porque decía: No veré cuando el muchacho muera. Y cuando ella se sentó enfrente, el muchacho alzó su voz y lloró. Y oyó Dios la voz del muchacho; y el ángel de Dios llamó a Agar desde el cielo, y le dijo: ¿Qué tienes, Agar? No temas; porque Dios ha oído la voz del muchacho en donde está. […] Entonces Dios le abrió los ojos, y vio una fuente de agua; y fue y llenó el odre de agua, y dio de beber al muchacho.” Génesis 21:16-17, 19

Agar había tenido que aceptar ser la concubina de Abraham por petición de Sara, su esposa. Debido a la crisis de fe que ella experimentó al ver que Dios no cumplía la promesa de darles un hijo, él aceptó sin ninguna objeción y se unió con Agar, quien concebiría a Ismael.

Catorce años después Dios hizo que Sara concibiera de Abraham a Isaac, y con el tiempo fue destetado.

En ese momento Abraham hizo un banquete en honor de su hijo, pero Sara vio que Ismael se burlaba de Isaac, persiguiéndolo y acosándolo. Como era de esperarse, Sara se disgustó mucho y le pidió a Abraham que lo echara de su casa junto a su madre.

Esta petición angustió a Abraham, pero eso hacía parte del plan de Dios. Así que él obedeció y los despachó para que emprendieran su viaje solos.

Un viaje muy difícil para Agar, porque ¿a dónde iría? Como era de esperarse, anduvieron errantes por el desierto.

Agar era una simple esclava, había permanecido en la casa de su Señor y cuando viajaba con él, ella no tenía que preocuparse por la ruta, por su seguridad, por calcular las provisiones para el viaje y tampoco por el dinero, ella solo sabía seguir órdenes.

¿Cómo pedirle a una mujer así que tome control de su vida y la de su hijo de un momento para otro?

Además, ella viajaba con el dolor de haber sido rechazada, avergonzada y con la tristeza de ver cómo habían despojado de sus derechos a su propio hijo, lo que tal vez era su dolor más grande, porque toda madre puede soportar que la humillen a ella, pero no a su hijo.

Y como si todo eso no fuera poco, llegó al punto más bajo y difícil al que podía llegar, ver a su hijo en agonía producto del calor del desierto, de la falta de agua y provisiones.

Así que Agar solo pudo aceptar su realidad y su incapacidad, se resignó y tuvo que doblegar su corazón ante la posible muerte de Ismael.

Pero el llanto y clamor de Ismael fueron escuchados por Dios y Él les mostró un pozo de agua del que pudieron beber.

¡Esta historia es hermosa! porque nos ayuda a entender dos verdades muy importantes:

La primera es que nuestra vida esta determinada por el plan de Dios y no por las circunstancias que vivimos, sí hubiese sido por las estadísticas, Ismael habría muerto porque lo tenía todo en su contra, pero el plan de Dios era otro y se cumpliría a pesar de todo. No pensemos que nuestra seguridad está determinada por el ambiente en el que vivimos, sino creamos que Dios es el que conforme a su propósito define cada uno de nuestros días hasta que llegamos al último.

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