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The End, Mauritius - Capítulo III

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Foto: Jumping Dolphin
por: Anna
Nuestro viaje se acaba. Pronto volveremos a nuestra rutina, a nuestras vidas sin sentido, al engranaje del que formamos parte como piezas anónimas, la vida sigue en el Primer Mundo ignorante de lo que la Vida es en sí.
Tres grandes experiencias nos marcaron en mayor o menor medida para el resto de nuestras vidas.
Blancos mauricianos
Al principio decidimos pagar para ver delfines, y más que verlos queríamos nadar con ellos. Aprovechando que era el cumpleaños de Anna contratamos a Baboo, un mauriciano que conocimos gracias a los azares del destino y que nos llevó encantado a hacer lo que ellos llaman "Les balades aux dofins". La excursión consistía en avistar defines y nadar con ellos para los más osados, hacer snorkell rodeado de corales y peces de colores, comerte un langosta en Île aux Bénitiers y darte un paseo en lancha por todo el lagoon.
Durante la excursión conocimos a su tripulación, Rolo el skiper de la embarcación que se conocía cada uno de los corales del lagoon y Arnau, el segundo skipper con un un interés y una pasión por la naturaleza que nos sorprendió.
Nuestra experiencia fue mucho más allá, conectamos de tal forma con ellos, que pasaron a tratarnos como si fuéramos de la familia. Estaban asombrados que les tratáramos de igual a igual, que unos blancos estuvieran a su mismo nivel y les hablaran sin ningún tipo de prejuicio y con toda la naturalidad del mundo. Les maravilló ver en nosotros esa falta de prepotencia y superioridad con la que el resto de turistas se debían haber relacionado con ellos. Y esos últimos días éramos parte de su familia, nos invitaron a cenar a cada una de sus casas, nos presentaron a sus padres y madres, hermanos, tíos, primos, mascotas.... Nos preguntaban sobre Europa al igual que nosotros les preguntábamos por su cultura, por su religión, por su modo de vida, un enriquecedor cambio cultural aderezado por litros y litros de cerveza mauriciana. "Los invitados son como los Dioses" .- Nos decían.
Disfrutamos de la típica comida que se come en cualquier casa Mauriciana, caracterizada por el curry, las especies y el picante, y en cantidades tan abundantes que nos teníamos que negar a comer más por miedo a salir rodando. Comimos con las manos como ellos, cosa que les sorprendió gratamente, y nos integramos de una forma muy natural. Nos contaban sus penas, sus grandes esfuerzos, las penurias de los ciclones pero siempre con una sonrisa en la cara. Su religión y su cultura los empuja a ser felices con lo que tienen y a luchar por mejorar con el sudor de su esfuerzo. Realmente envidiable.
Nos invitaron a beber agua de coco y a conocer cada uno de sus modos de vida, ofreciéndonos todo lo que tenían por poco que fuera.
La inmersión en su mundo fue tal que no queríamos marchar nunca. "Aquí tenéis una casa" .- Nos decían señalando sus casas. "Vosotros sois de corazón, y los mauricianos lo sabemos". Una experiencia realmente entrañable que nos ha marcado y nos ha enseñado.
Surf
Nuestros nuevos amigos se empeñaban en no perder el contacto con nosotros, y nos llamaban continuamente a casa, cosa que nos encantaba. Tampoco nosotros queríamos perder el contacto. Así que aprovechando esta buena relación les propuse algo que me apetecía mucho: Surfear en el arrecife!
Como he explicado en los capítulos anteriores la ola rompe muy lejos, así que sólo hay dos alternativas o llegas remando al pico o te llevan en barco. Como estaba sólo el hecho de ir remando no lo veía muy claro, por si me pasaba algo, o simplemente me cansaba más de lo necesario y se me llevaba una corriente al volver. Así que les propuse que me llevaran donde creyeran conveniente para coger unas olitas. Dicho y hecho! nos preparamos y a media tarde me llevaron delante de su casa, en la costa Sur, en un lugar donde probablemente nunca antes haya habido un surfista en el agua.
Después de unos 10 minutos de barco rodeando todo el coral del lagoon hasta llegar al canal, llegamos al spot. Me preguntaron si me parecían bien las olas. Rompía una izquierda de un metro y pico sobre el arrecife, estaba tocado por el viento pero la ola tenía buena forma. "Me parece perfecto".- Les dije. Rolo me explico algunos detalles del sitio, él no surfeaba pero conocía el lugar, me advirtió sobre el inside, había muy poca agua por lo que me tenía que mantener en el brazo de la ola si no quería probar el coral. Llegó el momento, el agua en el canal era de un azul oscuro, bastante aterrador.
Estaba sólo, ya no me podía tirar atrás... Les pregunté por los tiburones y se echaron a reír, aunque a mi no me hizo ninguna gracia. Me tiré, miré bajo el agua y pude ver como en el canal había al menos 10 m de profundidad, remé hasta el arrecife y de nuevo la misma operación, había un metro de profundidad como mucho. Cuando venía la serie las olas parecían mayores que desde el barco. El azul oscuro se había convertido en un azul manchado por los colores del fondo, lo que no me tranquilizaba mucho. Estuve ahí, solo, cerca de 45 minutos, cogí un par de olas, me pegué un par de revolcones, y estuve más pendiente de lo que pasaba por debajo de mis pies que de las olas. De haber estado acompañado, imagino que habría sido muy diferente. De todos modos fue una experiencia poder coger las primeras olas de un lugar dónde nunca antes nadie había hecho surf.
Delfines
Después de la sesión de surf, que no tuvo éxito por culpa del viento que desmontaba un poco las olas y por mi acongoje, nuestros amigos decidieron llevarme a otro spot para que viera las olas a ver si estaba mejor... increíblemente pasó lo que nadie creía que podría pasar, apareció una familia de delfines! Nos aseguraban que a esa hora era algo insólito, que éramos unos afortunados. No me lo pensé dos veces, tenía que mejorar los vídeos que tenía de la primera vez que nadamos con ellos. Nos pusimos las aletas y las gafas y estuvimos preparados para cuando Rolo nos diera la orden.
Como se trata de delfines salvajes hay que interceptarlos en su trayectoria, de otra forma es imposible, ya que no suelen acercarse mucho a los humanos. La embarcación se puso en paralelo a su trayectoria y cuando estuvimos a su altura saltamos. Había menos profundidad que la primera vez, se veía el fondo, debían haber unos 15 m, y ahí estaban, una familia de unos 15 individuos.
Intenté hacer un par de inmersiones, pero entre los nervios, vaciar el objetivo de aire y nadar siguiendolos grabar unas imágenes al más puro estilo National Geographic era casi imposible. Aún y así la experiencia de nadar al lado de unos animales tan grandes a menos de un metro es una sensación indescriptible, muy breve e intensa a la vez que irrepetible. Te observan, curiosean, se acercan y se van, a veces alguno juega contigo, pero nunca te parece lo suficiente.
Si vais a Mauricio, no desaprovechéis la oportunidad de vivir esta experiencia.
Mauricio nos volvía a sorprender durante el resto de nuestro viaje con esas increíbles experiencias, el viento seguía soplando dando buenísimas sesiones de windsurf, descubrimos Domaine Anna en Flic en Flac y sin darnos cuenta los días se escurrían como la arena entre los dedos de las manos. Con mucha pena nos despedíamos de nuestros amigos, que ya nos querían como si formáramos parte de su mundo y nos invitaban a volver recordándonos que por mucho tiempo que pasase allí teníamos unos amigos y una casa.
Mauricio nos ha sorprendido y marcado mucho más de lo que esperábamos. Sin duda algún día volveré porque dejamos mucho por ver y mucho por descubrir! Y allí nos esperan con los brazos abiertos.
Datos de contacto para nadar con delfines:
SEA SPIRIT
Baboo: +230 7381173
babseaspirit@yahoo.com
Nota: Esperamos que hayáis disfrutado de nuestros reports y haber ofrecido el máximo de información acerca del viaje. Nuestra pretensión nunca ha sido la de mostrar un reportaje 100% windsurfero si no más bien el testimonio de una experiencia que nos ha enriquecido como personas y que hemos querido compartir con vosotros desde nuestra más grande humildad. Cómo siempre si tenéis preguntas podéis dirigiros al FORO dónde estaré encantado de despejar todas vuestras dudas. Un saludo, Dani Martí (http://www.mardelcoral.com)
Tags:mauritius, windsurfing, swimming with dolphins, dolphins, mardelcoral
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por: Anna
Nuestro viaje se acaba. Pronto volveremos a nuestra rutina, a nuestras vidas sin sentido, al engranaje del que formamos parte como piezas anónimas, la vida sigue en el Primer Mundo ignorante de lo que la Vida es en sí.
Tres grandes experiencias nos marcaron en mayor o menor medida para el resto de nuestras vidas.
Blancos mauricianos
Al principio decidimos pagar para ver delfines, y más que verlos queríamos nadar con ellos. Aprovechando que era el cumpleaños de Anna contratamos a Baboo, un mauriciano que conocimos gracias a los azares del destino y que nos llevó encantado a hacer lo que ellos llaman "Les balades aux dofins". La excursión consistía en avistar defines y nadar con ellos para los más osados, hacer snorkell rodeado de corales y peces de colores, comerte un langosta en Île aux Bénitiers y darte un paseo en lancha por todo el lagoon.
Durante la excursión conocimos a su tripulación, Rolo el skiper de la embarcación que se conocía cada uno de los corales del lagoon y Arnau, el segundo skipper con un un interés y una pasión por la naturaleza que nos sorprendió.
Nuestra experiencia fue mucho más allá, conectamos de tal forma con ellos, que pasaron a tratarnos como si fuéramos de la familia. Estaban asombrados que les tratáramos de igual a igual, que unos blancos estuvieran a su mismo nivel y les hablaran sin ningún tipo de prejuicio y con toda la naturalidad del mundo. Les maravilló ver en nosotros esa falta de prepotencia y superioridad con la que el resto de turistas se debían haber relacionado con ellos. Y esos últimos días éramos parte de su familia, nos invitaron a cenar a cada una de sus casas, nos presentaron a sus padres y madres, hermanos, tíos, primos, mascotas.... Nos preguntaban sobre Europa al igual que nosotros les preguntábamos por su cultura, por su religión, por su modo de vida, un enriquecedor cambio cultural aderezado por litros y litros de cerveza mauriciana. "Los invitados son como los Dioses" .- Nos decían.
Disfrutamos de la típica comida que se come en cualquier casa Mauriciana, caracterizada por el curry, las especies y el picante, y en cantidades tan abundantes que nos teníamos que negar a comer más por miedo a salir rodando. Comimos con las manos como ellos, cosa que les sorprendió gratamente, y nos integramos de una forma muy natural. Nos contaban sus penas, sus grandes esfuerzos, las penurias de los ciclones pero siempre con una sonrisa en la cara. Su religión y su cultura los empuja a ser felices con lo que tienen y a luchar por mejorar con el sudor de su esfuerzo. Realmente envidiable.
Nos invitaron a beber agua de coco y a conocer cada uno de sus modos de vida, ofreciéndonos todo lo que tenían por poco que fuera.
La inmersión en su mundo fue tal que no queríamos marchar nunca. "Aquí tenéis una casa" .- Nos decían señalando sus casas. "Vosotros sois de corazón, y los mauricianos lo sabemos". Una experiencia realmente entrañable que nos ha marcado y nos ha enseñado.
Surf
Nuestros nuevos amigos se empeñaban en no perder el contacto con nosotros, y nos llamaban continuamente a casa, cosa que nos encantaba. Tampoco nosotros queríamos perder el contacto. Así que aprovechando esta buena relación les propuse algo que me apetecía mucho: Surfear en el arrecife!
Como he explicado en los capítulos anteriores la ola rompe muy lejos, así que sólo hay dos alternativas o llegas remando al pico o te llevan en barco. Como estaba sólo el hecho de ir remando no lo veía muy claro, por si me pasaba algo, o simplemente me cansaba más de lo necesario y se me llevaba una corriente al volver. Así que les propuse que me llevaran donde creyeran conveniente para coger unas olitas. Dicho y hecho! nos preparamos y a media tarde me llevaron delante de su casa, en la costa Sur, en un lugar donde probablemente nunca antes haya habido un surfista en el agua.
Después de unos 10 minutos de barco rodeando todo el coral del lagoon hasta llegar al canal, llegamos al spot. Me preguntaron si me parecían bien las olas. Rompía una izquierda de un metro y pico sobre el arrecife, estaba tocado por el viento pero la ola tenía buena forma. "Me parece perfecto".- Les dije. Rolo me explico algunos detalles del sitio, él no surfeaba pero conocía el lugar, me advirtió sobre el inside, había muy poca agua por lo que me tenía que mantener en el brazo de la ola si no quería probar el coral. Llegó el momento, el agua en el canal era de un azul oscuro, bastante aterrador.
Estaba sólo, ya no me podía tirar atrás... Les pregunté por los tiburones y se echaron a reír, aunque a mi no me hizo ninguna gracia. Me tiré, miré bajo el agua y pude ver como en el canal había al menos 10 m de profundidad, remé hasta el arrecife y de nuevo la misma operación, había un metro de profundidad como mucho. Cuando venía la serie las olas parecían mayores que desde el barco. El azul oscuro se había convertido en un azul manchado por los colores del fondo, lo que no me tranquilizaba mucho. Estuve ahí, solo, cerca de 45 minutos, cogí un par de olas, me pegué un par de revolcones, y estuve más pendiente de lo que pasaba por debajo de mis pies que de las olas. De haber estado acompañado, imagino que habría sido muy diferente. De todos modos fue una experiencia poder coger las primeras olas de un lugar dónde nunca antes nadie había hecho surf.
Delfines
Después de la sesión de surf, que no tuvo éxito por culpa del viento que desmontaba un poco las olas y por mi acongoje, nuestros amigos decidieron llevarme a otro spot para que viera las olas a ver si estaba mejor... increíblemente pasó lo que nadie creía que podría pasar, apareció una familia de delfines! Nos aseguraban que a esa hora era algo insólito, que éramos unos afortunados. No me lo pensé dos veces, tenía que mejorar los vídeos que tenía de la primera vez que nadamos con ellos. Nos pusimos las aletas y las gafas y estuvimos preparados para cuando Rolo nos diera la orden.
Como se trata de delfines salvajes hay que interceptarlos en su trayectoria, de otra forma es imposible, ya que no suelen acercarse mucho a los humanos. La embarcación se puso en paralelo a su trayectoria y cuando estuvimos a su altura saltamos. Había menos profundidad que la primera vez, se veía el fondo, debían haber unos 15 m, y ahí estaban, una familia de unos 15 individuos.
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Si vais a Mauricio, no desaprovechéis la oportunidad de vivir esta experiencia.
Mauricio nos volvía a sorprender durante el resto de nuestro viaje con esas increíbles experiencias, el viento seguía soplando dando buenísimas sesiones de windsurf, descubrimos Domaine Anna en Flic en Flac y sin darnos cuenta los días se escurrían como la arena entre los dedos de las manos. Con mucha pena nos despedíamos de nuestros amigos, que ya nos querían como si formáramos parte de su mundo y nos invitaban a volver recordándonos que por mucho tiempo que pasase allí teníamos unos amigos y una casa.
Mauricio nos ha sorprendido y marcado mucho más de lo que esperábamos. Sin duda algún día volveré porque dejamos mucho por ver y mucho por descubrir! Y allí nos esperan con los brazos abiertos.
Datos de contacto para nadar con delfines:
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