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25. El fantasma de la ópera - Episodio exclusivo para mecenas

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Agradece a este podcast tantas horas de entretenimiento y disfruta de episodios exclusivos como éste. ¡Apóyale en iVoox! Nada hay en las sombras de lo que la luz pueda prescindir. Los griegos usaban máscaras con diferentes rostros para salir a escena, pero era el genio del autor lo que los espectadores iban a ver. El “genio” del autor, expresado a través de la obra escrita no se expresa en la rigidez de las máscaras que lucen bajo las luces del teatro, pero el alma de la obra necesita de los personajes, de la poesía, de la escena, de la máscara y la palabra para poder sobrevivir fuera del mundo del espíritu. Los griegos hablaban de daimones. El daimon traía el fuego transformador que animaba el espíritu de quién lo poseía. El tiempo y las culturas transformaron los daimones en demonios y también en genios. El genio que se esconde en la botella y que hace realidad nuestros deseos. El “genio” es el daimon de los artistas, de los grandes, de aquellos que parecen ver donde los demás no alcanzamos para desde allí, desde el inframundo oscuro, traer para nosotros antorchas ardientes y que iluminan la oscuridad del común de los mortales. Son los genios. Artístas, científicos, filósofos…. Grandes en algún modo que aportan luz. La inspiración es la antorcha encendida que ilumina y que llega de la mano del daimon. Sócrates disfrutaba de la compañía de su propio daimon y genios nos parecen Mozart, Velazquez o Einstein. De los grandes intérpretes decimos también que tienen “ángel”, como lo tienen ciertas personas especialmente fascinadoras. Se trata siempre de un hálito divino que no es de este mundo, del mundo de lo susceptible de ser medido, pesado en una balanza, capturable en una caja. El ángel, el daimon, el genio, no pueden sujetarse con barrotes de duro acero. Sus paredes son otras, las formas de capturarlos son otras. He conocido a muchos genios maravillosas que habitan rebeldes y escurridizos entre las páginas de libros maravillosos, pero ninguno como El Fantasma de la Ópera. Pobre Christine Daae, poseedora de un genio que la supera al que se debe y del que necesita aprender tanto como mantenerlo a raya. El genio habita el interior, los sótanos, el inframundo y los sueños. Su naturaleza es apasionada como el incendio creador que trae con él y exige altas dosis de valor aceptarlo en nuestras vidas. Negarlo o tratar de rechazarlo nos condena a una vida gris, vivida a medias, sometida a temores absurdos que nos obligarán a un continuo ejercicio de mantenimiento de escusas insostenibles y tediosas. Si un genio te visita, debes seguirle. Te llevará a los infiernos, a lo más profundo del inframundo, te exigirá fe y lealtad y se enamorará de ti como tú, si es un verdadero genio, te enamorarás de él. Pero, al igual que la valerosa Christine, debes aprender a mantenerlo en las catacumbas a las que pertenece y no quedarte allí con él. Con frecuencia, el artista, como el científico, se enamoran de su obra a la que se entregan con un desenfreno incomprensible para el resto de los mortales y solo comparable al enamoramiento más delirante. Nada hace sentirse tan apasionado ni entregado al creador como su obra. Se olvida del mundo, de su necesidad de comer, de alimentar su otro amor, ese de carne en hueso que pacientemente soporta la presencia del fantasma, sabedor de que nunca podrá competir en su terreno. El fantasma de la ópera es un genio, es el ángel de la música de la joven Christine, es el espíritu de la ópera que siembra sus bambalinas con su música inconmensurable. La joven cantante tendrá que aprender a vivir con ese genio pasional y abrasador que diferencia a los que solo tienen técnica y son capaces de hacer un buen trabajo, de aquellos afortunados a los que visita un genio y son capaces de alcanzar la excelencia. Una vez que te visita, el genio no te abandonará jamás, te acompañará hasta la tumba, si te atreves a bajar con él hasta el infierno. Una vez que te visita, el genio no te abandonará jamás, te acompañará hasta la tumba, si te atreves a bajar con él hasta el infierno. El genio te defenderá de todo y de todos y querrá acabar con todo y con todos los que intenten alejarte de él. Pero si el genio te pose y te lleva a vivir a sus sótanos, corres el peligro de convertirte en una diva que se cree mejor que el resto, poseído por tu obra, la que sea, pensarás que estás rodeado de imbéciles a los que no te queda más remedio que perdonarles la vida, pobres desgraciados inútiles carentes de capacidades y virtudes… Aunque lo intentes, una vez que le has quitado la máscara y saabes quién ya cómo es ya no podrás deshacerte de él, no te quedará más remedio que aprender a vivir con ´.él no servirá de nada que niegues su existencia, que trates de dedicarte a otra cosa, que digas que renuncias a tu talento, que te debes a tu familia… podrás no escribir nunca una palabra, silenciar todos los pensamientos que acudan a ti, pero no por eso dejarás de ser escritor. Because The Phantom of the opera is here, inside my mind Pepa Llausás
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El “genio” es el daimon de los artistas, de los grandes, de aquellos que parecen ver donde los demás no alcanzamos para desde allí, desde el inframundo oscuro, traer para nosotros antorchas ardientes y que iluminan la oscuridad del común de los mortales. Son los genios. Artístas, científicos, filósofos…. Grandes en algún modo que aportan luz. La inspiración es la antorcha encendida que ilumina y que llega de la mano del daimon. Sócrates disfrutaba de la compañía de su propio daimon y genios nos parecen Mozart, Velazquez o Einstein. De los grandes intérpretes decimos también que tienen “ángel”, como lo tienen ciertas personas especialmente fascinadoras. Se trata siempre de un hálito divino que no es de este mundo, del mundo de lo susceptible de ser medido, pesado en una balanza, capturable en una caja. El ángel, el daimon, el genio, no pueden sujetarse con barrotes de duro acero. Sus paredes son otras, las formas de capturarlos son otras. He conocido a muchos genios maravillosas que habitan rebeldes y escurridizos entre las páginas de libros maravillosos, pero ninguno como El Fantasma de la Ópera. Pobre Christine Daae, poseedora de un genio que la supera al que se debe y del que necesita aprender tanto como mantenerlo a raya. El genio habita el interior, los sótanos, el inframundo y los sueños. Su naturaleza es apasionada como el incendio creador que trae con él y exige altas dosis de valor aceptarlo en nuestras vidas. Negarlo o tratar de rechazarlo nos condena a una vida gris, vivida a medias, sometida a temores absurdos que nos obligarán a un continuo ejercicio de mantenimiento de escusas insostenibles y tediosas. Si un genio te visita, debes seguirle. Te llevará a los infiernos, a lo más profundo del inframundo, te exigirá fe y lealtad y se enamorará de ti como tú, si es un verdadero genio, te enamorarás de él. Pero, al igual que la valerosa Christine, debes aprender a mantenerlo en las catacumbas a las que pertenece y no quedarte allí con él. Con frecuencia, el artista, como el científico, se enamoran de su obra a la que se entregan con un desenfreno incomprensible para el resto de los mortales y solo comparable al enamoramiento más delirante. Nada hace sentirse tan apasionado ni entregado al creador como su obra. Se olvida del mundo, de su necesidad de comer, de alimentar su otro amor, ese de carne en hueso que pacientemente soporta la presencia del fantasma, sabedor de que nunca podrá competir en su terreno. El fantasma de la ópera es un genio, es el ángel de la música de la joven Christine, es el espíritu de la ópera que siembra sus bambalinas con su música inconmensurable. La joven cantante tendrá que aprender a vivir con ese genio pasional y abrasador que diferencia a los que solo tienen técnica y son capaces de hacer un buen trabajo, de aquellos afortunados a los que visita un genio y son capaces de alcanzar la excelencia. Una vez que te visita, el genio no te abandonará jamás, te acompañará hasta la tumba, si te atreves a bajar con él hasta el infierno. Una vez que te visita, el genio no te abandonará jamás, te acompañará hasta la tumba, si te atreves a bajar con él hasta el infierno. El genio te defenderá de todo y de todos y querrá acabar con todo y con todos los que intenten alejarte de él. Pero si el genio te pose y te lleva a vivir a sus sótanos, corres el peligro de convertirte en una diva que se cree mejor que el resto, poseído por tu obra, la que sea, pensarás que estás rodeado de imbéciles a los que no te queda más remedio que perdonarles la vida, pobres desgraciados inútiles carentes de capacidades y virtudes… Aunque lo intentes, una vez que le has quitado la máscara y saabes quién ya cómo es ya no podrás deshacerte de él, no te quedará más remedio que aprender a vivir con ´.él no servirá de nada que niegues su existencia, que trates de dedicarte a otra cosa, que digas que renuncias a tu talento, que te debes a tu familia… podrás no escribir nunca una palabra, silenciar todos los pensamientos que acudan a ti, pero no por eso dejarás de ser escritor. Because The Phantom of the opera is here, inside my mind Pepa Llausás
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