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La crisis existencial de Europa Joaquín Almunia, José Manuel García-Margallo Marfil, Carles Casajuana y César Molinas

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El 15 de noviembre de 2017, la Fundación Rafael del Pino acogió el acto de presentación del libro “La crisis existencial”, en el que participaron Joaquín Almunia, ex vicepresidente y ex comisario de Competencia y de Asuntos Económicos y Monetarios de la Comisión Europea; José Manuel García-Margallo, ex ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, y los dos autores de la obra: César Molinas, socio fundador de Multa Paucis, y Fernando Ramírez, consultor de gestión estratégica y financiera. Joaquín Almunia recordó que, hace un año y dos meses, se hablaba de crisis existencial de la Unión Europea, ante la combinación de la crisis económica, el auge de los populismos, el Brexit, la victoria de Trump y la crisis de los refugiados, y los que lo hacían tenían razón. Hoy, sin embargo, la situación ha cambiado mucho. Entre medias ha tenido lugar la elección de Macron como presidente de Francia y ha cambiado el sentimiento hacia Europa; nadie se quiere ir y el apego al euro está en un porcentaje igual o superior al de 2004. Ahora bien, no todo es perfecto, ya que puede haber alguna tensión en relación al nuevo gobierno alemán. Lo que sí se percibe ahora es que la Unión Europea está más en el lado de las soluciones que en el de ser el problema. Por lo que se refiere a la unión monetaria, hay problemas de diseño, pero estos no impidieron que sus diez primeros años fueran estupendos, con un recorrido mucho mejor de lo esperado por los más optimistas. No obstante, la crisis ha puesto en evidencia sus carencias. El diseño de la unión monetaria reflejaba voluntad política, pero faltaba la convergencia económica. Aquello fue como empezar la casa por el tejado porque no se tomaron las medidas necesarias para que convergiesen las economías. También hubo fallos de política económica, pero eso son fallos de los gobiernos, no de la unión monetaria. Hoy tenemos más crecimiento que Estados Unidos, por encima de nuestro potencial, el desempleo se reduce desde 2012 y ya está en niveles más bajos que antes de la crisis de Lehman Brothers, los tipos de interés están bajos y hay decisiones importantes que se han tomado durante la crisis, como la creación de la Unión Bancaria, que tienen que completarse para evitar la relación riesgo bancario-riesgo soberano. Ahora hay que reformar las reglas fiscales, en el sentido de flexibilizarlas y de hacerlo con más juicio político. También es preciso tener un ministro europeo de Finanzas. Por su parte, José Manuel García-Margallo, señaló que vamos hacia los Estados Unidos de Europa, hacia la unión política, y recordó que la idea de Europa se asienta en tres pilares: Grecia, con la importancia que da al individuo; Roma, con la idea de justicia, y la civilización judeo-cristiana, con la idea de solidaridad. Hay razones sociológicas que explican el desapego hacia la Unión Europea: los perdedores de la globalización, la desigualdad de la renta, la crisis de los refugiados, la crisis de los inmigrantes, la crisis económica y el déficit democrático. Una de las soluciones podría ser involucrar más a los parlamentos nacionales en la gestión de la UE, pero eso puede ir en contra de la verdadera solución, que es un federalismo clásico. La gran pregunta hoy en día es qué nos aporta Europa. La salida tiene costes altísimos. Pero la verdadera respuesta la aporta el trilema de Rodrik, que dice que no se puede tener simultáneamente globalización, estados y democracia. De estas tres cosas, solo se pueden tener dos. China ha optado por globalización y estado, renunciando a la democracia. Estados Unidos se está decantando por Estado y democracia, renunciando a participar en el Tratado de Libre Comercio del Pacífico y negándose a ratificar el Tratado de Libre Comercio con la UE. La Unión Europea, en cambio, opta por la tercera solución, que es tener menos estado para mantener la globalización y la democracia. De cara al futuro, el objetivo es la unión política. Lo primero es resolver el problema de las fronteras, lo que implica que no haya más ampliaciones porque se han hecho mal, especialmente la ampliación a los países del Este, que entraron con un propósito distinto a la integración. Para lo que están en Europa es para afirmar y reafirmar su soberanía nacional. La segunda cuestión es cómo construimos Europa. Hay que ir a una Europa de círculos concéntricos diferentes. El primero sería la unión monetaria europea; el segundo, una unión federal, y el tercero, uno para resolver los problemas con el Reino Unido, Turquía y Rusia. El problema, en este sentido, es Alemania, por lo que llaman el riesgo moral, pero esto se soluciona cediendo más competencias para hacerlo imposible. Para Fernando Ramírez, lo verdaderamente importante es qué nos preocupa a los ciudadanos en Europa y por qué. Un estado es legítimo si nos provee de protección social y de seguridad en todo lo que atañe a nuestra vida cotidiana. El sentimiento de que no se va a poder mantener en el futuro es lo que da auge a los populismos. Los temas económicos tienen que venir a resolver esta cuestión. El problema es cómo financiar el Estado del Bienestar, porque Europa envejece y se reduce su población, con lo que hay un problema de masa crítica. Por ello, necesitamos mejorar la productividad. Otro problema es cómo nos va a coger la siguiente crisis. El Estado del Bienestar ha repercutido en la salida de la crisis, dependiendo de la capacidad presupuestaria de los países cuando hubo que gastar. Los que tenían margen han ido bien y los que no, han sufrido. Por eso es importante recuperar margen presupuestario. Por último, César Molina afirmó que ha llegado la hora de la política. Por primera vez en mucho tiempo hay una iniciativa política francesa, y cuando hay iniciativas francesas, Europa avanza. Además, tenemos a una Alemania dispuesta a sentarse a hablar y a empujar el carro. Ahora bien, tenemos un problema de coordinación muy serio. Se avanza en la dirección correcta, como el fondo para la industria militar o el acuerdo para articular una capacidad nuclear europea táctica. Pero hay que ceder más soberanía para tratar los temas relacionados con la inmigración, el terrorismo y la ciberseguridad: hace falta una especie de FBI europeo. Y hay que fomentar la convergencia económica y en productividad de los estados miembros.
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Entre medias ha tenido lugar la elección de Macron como presidente de Francia y ha cambiado el sentimiento hacia Europa; nadie se quiere ir y el apego al euro está en un porcentaje igual o superior al de 2004. Ahora bien, no todo es perfecto, ya que puede haber alguna tensión en relación al nuevo gobierno alemán. Lo que sí se percibe ahora es que la Unión Europea está más en el lado de las soluciones que en el de ser el problema. Por lo que se refiere a la unión monetaria, hay problemas de diseño, pero estos no impidieron que sus diez primeros años fueran estupendos, con un recorrido mucho mejor de lo esperado por los más optimistas. No obstante, la crisis ha puesto en evidencia sus carencias. El diseño de la unión monetaria reflejaba voluntad política, pero faltaba la convergencia económica. Aquello fue como empezar la casa por el tejado porque no se tomaron las medidas necesarias para que convergiesen las economías. También hubo fallos de política económica, pero eso son fallos de los gobiernos, no de la unión monetaria. Hoy tenemos más crecimiento que Estados Unidos, por encima de nuestro potencial, el desempleo se reduce desde 2012 y ya está en niveles más bajos que antes de la crisis de Lehman Brothers, los tipos de interés están bajos y hay decisiones importantes que se han tomado durante la crisis, como la creación de la Unión Bancaria, que tienen que completarse para evitar la relación riesgo bancario-riesgo soberano. Ahora hay que reformar las reglas fiscales, en el sentido de flexibilizarlas y de hacerlo con más juicio político. También es preciso tener un ministro europeo de Finanzas. Por su parte, José Manuel García-Margallo, señaló que vamos hacia los Estados Unidos de Europa, hacia la unión política, y recordó que la idea de Europa se asienta en tres pilares: Grecia, con la importancia que da al individuo; Roma, con la idea de justicia, y la civilización judeo-cristiana, con la idea de solidaridad. Hay razones sociológicas que explican el desapego hacia la Unión Europea: los perdedores de la globalización, la desigualdad de la renta, la crisis de los refugiados, la crisis de los inmigrantes, la crisis económica y el déficit democrático. Una de las soluciones podría ser involucrar más a los parlamentos nacionales en la gestión de la UE, pero eso puede ir en contra de la verdadera solución, que es un federalismo clásico. La gran pregunta hoy en día es qué nos aporta Europa. La salida tiene costes altísimos. Pero la verdadera respuesta la aporta el trilema de Rodrik, que dice que no se puede tener simultáneamente globalización, estados y democracia. De estas tres cosas, solo se pueden tener dos. China ha optado por globalización y estado, renunciando a la democracia. Estados Unidos se está decantando por Estado y democracia, renunciando a participar en el Tratado de Libre Comercio del Pacífico y negándose a ratificar el Tratado de Libre Comercio con la UE. La Unión Europea, en cambio, opta por la tercera solución, que es tener menos estado para mantener la globalización y la democracia. De cara al futuro, el objetivo es la unión política. Lo primero es resolver el problema de las fronteras, lo que implica que no haya más ampliaciones porque se han hecho mal, especialmente la ampliación a los países del Este, que entraron con un propósito distinto a la integración. Para lo que están en Europa es para afirmar y reafirmar su soberanía nacional. La segunda cuestión es cómo construimos Europa. Hay que ir a una Europa de círculos concéntricos diferentes. El primero sería la unión monetaria europea; el segundo, una unión federal, y el tercero, uno para resolver los problemas con el Reino Unido, Turquía y Rusia. El problema, en este sentido, es Alemania, por lo que llaman el riesgo moral, pero esto se soluciona cediendo más competencias para hacerlo imposible. Para Fernando Ramírez, lo verdaderamente importante es qué nos preocupa a los ciudadanos en Europa y por qué. Un estado es legítimo si nos provee de protección social y de seguridad en todo lo que atañe a nuestra vida cotidiana. El sentimiento de que no se va a poder mantener en el futuro es lo que da auge a los populismos. Los temas económicos tienen que venir a resolver esta cuestión. El problema es cómo financiar el Estado del Bienestar, porque Europa envejece y se reduce su población, con lo que hay un problema de masa crítica. Por ello, necesitamos mejorar la productividad. Otro problema es cómo nos va a coger la siguiente crisis. El Estado del Bienestar ha repercutido en la salida de la crisis, dependiendo de la capacidad presupuestaria de los países cuando hubo que gastar. Los que tenían margen han ido bien y los que no, han sufrido. Por eso es importante recuperar margen presupuestario. Por último, César Molina afirmó que ha llegado la hora de la política. Por primera vez en mucho tiempo hay una iniciativa política francesa, y cuando hay iniciativas francesas, Europa avanza. Además, tenemos a una Alemania dispuesta a sentarse a hablar y a empujar el carro. Ahora bien, tenemos un problema de coordinación muy serio. Se avanza en la dirección correcta, como el fondo para la industria militar o el acuerdo para articular una capacidad nuclear europea táctica. Pero hay que ceder más soberanía para tratar los temas relacionados con la inmigración, el terrorismo y la ciberseguridad: hace falta una especie de FBI europeo. Y hay que fomentar la convergencia económica y en productividad de los estados miembros.
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