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Con balas de juguete

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-Hola señora, ¿puede salir Alan a jugar?
Era la pregunta obligada en aquellas tardes de niñez sucedidas en el barrio porteño de Liniers.
Alan era el nieto de los almaceneros del barrio, el vivía en zona sur (para nosotros tan lejos como Rusia) y solía visitar a sus abuelos los fines de semana. Con Alan siempre tuvimos el misterio que generaba su nombre, hasta que un día uno (creó que Lucho) comentó:
> Alan no se llama así..., ¡me dijo mi vieja que se llama Alfredo!
> Y todos nos quedamos mudos sin saber que acotar ante semejante revelación. Hasta nos decepcionamos porque lo dejábamos ser Alain Prost cuando competíamos con los autitos masillados, esos a los que se les colocaba una cuchara en la punta, y que al día de hoy no sabemos por que motivo.
Otro que no podía faltar en la banda era Ezequiel, un regordete simpáticon, hincha de Racing desde la cuna, al que pasábamos a buscar por una casa que quedaba casi enfrente de la nuestra, al lado era la fábrica de muebles de madera donde trabajaba su papá . Eze era el que traía la pelota, que con el paso del tiempo era como patear una roca, el cuero percudido por tirarla varias veces a la zanja más el calor del sol resultaba un efecto endurecedor que nos hacía terminar los partidos con los dedos de los pies ampollados.
Pero los inseparables aventureros éramos Mati (mi hermano), Lucho (mi primo) y yo. Infaltables. Nos llevábamos no más de 1 o 2 años de edad entre nosotros.
Mamá no quería que saliéramos desde la hora de la siesta (según ella porque hacia demasiado calor) pero igualmente lográbamos que nos ceda el permiso bastante temprano.
Lucho era el que tenía los últimos juguetes y al que le insistíamos hasta el hartazgo para que los saque al umbral de su casa y compartirlos.
La puerta de su hogar se abría con portero eléctrico, era algo mágico.
Una tarde nos hizo pasar y nos mostró que le habían regalado el muñeco Goma Goma! que encima venía acompañado de un cassette con canciones, furor de la época. Fue Inolvidable.
Mati era el hermano que me seguía en edad, el mas cercano. El que hacia realidad las fechorías que ideábamos. Como aquella vuelta que luego de estar callejeando todo el Domingo, nos agarro hambre a los tres y decidimos hacerle algunos tajitos a la remera de Mati, despeinarlo un poco, tirarle tierra y que entrara a la pizzeria Lobato a probar suerte para que le regalaran una porción de muzzarella, lo cual logró, agregándole una excelente expresión de lástima a su rostro. Todo un actor de Hollywood.
Y así andábamos, de aquí para allá...
La hora de volver a casa era cuando comenzaba a oscurecer y se escuchaba la voz de alguna de nuestras madres gritando:
- A comeeeeeeeeeeeeeeeeeeer!!!!
No había celular, el grito era nuestro whatsapp, y tenias que estar atento porque sino después se venia el reto...
Las bicis eran nuestro medio de locomoción para trayectos largos y aventuras hacia lo desconocido. Meterse en la casa abandonada que estaba a la vuelta de la manzana era un deporte extremo.
La plaza los días de sol. Barquitos de papel los días de lluvia. Los baldazos de agua en carnaval. Ensuciarse. Y como nos ensuciábamos! si andábamos por todos lados!
Y Cuando teníamos sed tomábamos agua de la canilla mas cercana, sin ningún tipo de filtro.
En fin, una linda niñez. De otros tiempos que ya no corren y que se añoran al recordar.
El juego infantil ha sido motivo de estudio desde principios de siglo y ha recibido atención desde distintas areas de las ciencias sociales y naturales.
Si nos enfocamos en el costado científico, según un estudio presentado en el año 2008 por una conocida revista digital pedagógica y con el objetivo de descubrir como se producen relaciones entre iguales durante el juego, nos indica que es de importancia capital para la adquisición de ciertos aspectos básicos para la vida, tales como las conductas de apego y vinculación afectiva, las habilidades comunicativas y la capacidad de gestionar la libertad y la toma de decisiones así como el desarrollo del pensamiento creativo.
Sin profundizar en todas las teorías psicológicas de Freud, Piaget o Groos sobre el juego en los niños, por mi parte agradezco a estos personajes y a todos los demás que formaron parte del elenco estelar de aquellos dias y deseo que todas las infancias tengan por lo menos, una pizca de felicidad, de simpleza y de inocencia, como tuve en la mía.
Los adultos como responsables de la crianza de nuestros hijos, comprenadamos la importancia del juego, y busquemos el modo de acompañarlos en este aprendizaje, tratando de hacernos el tiempo necesario, recordando que los estamos educando mientras disfrutamos y los ayudamos a crecer.
Soy Pato Lopardo, que tengas un gran día y te espero en otro episodio de BLA BLA.
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-Hola señora, ¿puede salir Alan a jugar?
Era la pregunta obligada en aquellas tardes de niñez sucedidas en el barrio porteño de Liniers.
Alan era el nieto de los almaceneros del barrio, el vivía en zona sur (para nosotros tan lejos como Rusia) y solía visitar a sus abuelos los fines de semana. Con Alan siempre tuvimos el misterio que generaba su nombre, hasta que un día uno (creó que Lucho) comentó:
> Alan no se llama así..., ¡me dijo mi vieja que se llama Alfredo!
> Y todos nos quedamos mudos sin saber que acotar ante semejante revelación. Hasta nos decepcionamos porque lo dejábamos ser Alain Prost cuando competíamos con los autitos masillados, esos a los que se les colocaba una cuchara en la punta, y que al día de hoy no sabemos por que motivo.
Otro que no podía faltar en la banda era Ezequiel, un regordete simpáticon, hincha de Racing desde la cuna, al que pasábamos a buscar por una casa que quedaba casi enfrente de la nuestra, al lado era la fábrica de muebles de madera donde trabajaba su papá . Eze era el que traía la pelota, que con el paso del tiempo era como patear una roca, el cuero percudido por tirarla varias veces a la zanja más el calor del sol resultaba un efecto endurecedor que nos hacía terminar los partidos con los dedos de los pies ampollados.
Pero los inseparables aventureros éramos Mati (mi hermano), Lucho (mi primo) y yo. Infaltables. Nos llevábamos no más de 1 o 2 años de edad entre nosotros.
Mamá no quería que saliéramos desde la hora de la siesta (según ella porque hacia demasiado calor) pero igualmente lográbamos que nos ceda el permiso bastante temprano.
Lucho era el que tenía los últimos juguetes y al que le insistíamos hasta el hartazgo para que los saque al umbral de su casa y compartirlos.
La puerta de su hogar se abría con portero eléctrico, era algo mágico.
Una tarde nos hizo pasar y nos mostró que le habían regalado el muñeco Goma Goma! que encima venía acompañado de un cassette con canciones, furor de la época. Fue Inolvidable.
Mati era el hermano que me seguía en edad, el mas cercano. El que hacia realidad las fechorías que ideábamos. Como aquella vuelta que luego de estar callejeando todo el Domingo, nos agarro hambre a los tres y decidimos hacerle algunos tajitos a la remera de Mati, despeinarlo un poco, tirarle tierra y que entrara a la pizzeria Lobato a probar suerte para que le regalaran una porción de muzzarella, lo cual logró, agregándole una excelente expresión de lástima a su rostro. Todo un actor de Hollywood.
Y así andábamos, de aquí para allá...
La hora de volver a casa era cuando comenzaba a oscurecer y se escuchaba la voz de alguna de nuestras madres gritando:
- A comeeeeeeeeeeeeeeeeeeer!!!!
No había celular, el grito era nuestro whatsapp, y tenias que estar atento porque sino después se venia el reto...
Las bicis eran nuestro medio de locomoción para trayectos largos y aventuras hacia lo desconocido. Meterse en la casa abandonada que estaba a la vuelta de la manzana era un deporte extremo.
La plaza los días de sol. Barquitos de papel los días de lluvia. Los baldazos de agua en carnaval. Ensuciarse. Y como nos ensuciábamos! si andábamos por todos lados!
Y Cuando teníamos sed tomábamos agua de la canilla mas cercana, sin ningún tipo de filtro.
En fin, una linda niñez. De otros tiempos que ya no corren y que se añoran al recordar.
El juego infantil ha sido motivo de estudio desde principios de siglo y ha recibido atención desde distintas areas de las ciencias sociales y naturales.
Si nos enfocamos en el costado científico, según un estudio presentado en el año 2008 por una conocida revista digital pedagógica y con el objetivo de descubrir como se producen relaciones entre iguales durante el juego, nos indica que es de importancia capital para la adquisición de ciertos aspectos básicos para la vida, tales como las conductas de apego y vinculación afectiva, las habilidades comunicativas y la capacidad de gestionar la libertad y la toma de decisiones así como el desarrollo del pensamiento creativo.
Sin profundizar en todas las teorías psicológicas de Freud, Piaget o Groos sobre el juego en los niños, por mi parte agradezco a estos personajes y a todos los demás que formaron parte del elenco estelar de aquellos dias y deseo que todas las infancias tengan por lo menos, una pizca de felicidad, de simpleza y de inocencia, como tuve en la mía.
Los adultos como responsables de la crianza de nuestros hijos, comprenadamos la importancia del juego, y busquemos el modo de acompañarlos en este aprendizaje, tratando de hacernos el tiempo necesario, recordando que los estamos educando mientras disfrutamos y los ayudamos a crecer.
Soy Pato Lopardo, que tengas un gran día y te espero en otro episodio de BLA BLA.
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