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«Pero Dios, cuya misericordia es abundante, por el gran amor con que nos amó, nos dio vida junto con Cristo, aun cuando estábamos muertos en nuestros pecados… y también junto con él nos resucitó, y asimismo nos sentó al lado de Cristo Jesús en los lugares celestiales» (Efesios 2:4-6)

Dios nos ha resucitado para que nos sentemos en los lugares celestiales con ¡Cristo Jesús! Eso es lo que dice la Palabra de Dios. Muy pocos nos hemos atrevido a creer esto de todo corazón. Hemos exaltado a Jesús. Lo hemos exaltado, ¡y con razón! Pero también hemos menospreciado, inconscientemente, lo que Él hizo porque no le hemos permitido que nos dé nuestro lugar a Su lado. Ése fue el propósito de Dios en el Calvario: que ocupáramos un lugar al lado de Jesús, y que nos convirtiéramos en lo que Él ya era.

Jesús no necesitaba ser exaltado. Él ya había sido exaltado antes de venir al mundo. Él ya era uno con el Padre. Jesús no necesitaba obtener autoridad sobre el diablo porque nunca la había perdido.

Jesús se vistió con un cuerpo físico para poder venir al mundo como hombre y ejercer autoridad sobre el pecado, la enfermedad, los demonios, el temor, la pobreza y todas las otras maldiciones que vinieron cuando la ley de la muerte entró en el mundo. Él lo hizo. Él triunfó, y Jesús dominó todo en el mundo intelectual y en el mundo físico. Antes de ascender, Él dijo: «Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra.» (Mateo 28:18), y luego nos otorgó esa autoridad al darnos Su nombre.

Nosotros somos la razón por la cual Jesús vino al mundo a morir y a resucitar. Él no lo hizo para Sí mismo, sino para que ocupáramos nuestro lugar a Su lado, a fin de que pudiéramos llevar Su nombre y ejercer Su autoridad en la Tierra. Él lo hizo para que pudiéramos estar delante de Dios y ser para Él todo lo que Jesús es.

Cuando naciste de nuevo, fuiste hecho ¡la justicia de Dios en Cristo! Por lo tanto, como creyente nacido de nuevo, atrévete a recibir este mensaje, a meditar en él y a ponerlo en práctica. ¡Vamos, atrévete a ocupar tu lugar!

Lectura bíblica: Efesios 2:1-13
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«Pero Dios, cuya misericordia es abundante, por el gran amor con que nos amó, nos dio vida junto con Cristo, aun cuando estábamos muertos en nuestros pecados… y también junto con él nos resucitó, y asimismo nos sentó al lado de Cristo Jesús en los lugares celestiales» (Efesios 2:4-6)

Dios nos ha resucitado para que nos sentemos en los lugares celestiales con ¡Cristo Jesús! Eso es lo que dice la Palabra de Dios. Muy pocos nos hemos atrevido a creer esto de todo corazón. Hemos exaltado a Jesús. Lo hemos exaltado, ¡y con razón! Pero también hemos menospreciado, inconscientemente, lo que Él hizo porque no le hemos permitido que nos dé nuestro lugar a Su lado. Ése fue el propósito de Dios en el Calvario: que ocupáramos un lugar al lado de Jesús, y que nos convirtiéramos en lo que Él ya era.

Jesús no necesitaba ser exaltado. Él ya había sido exaltado antes de venir al mundo. Él ya era uno con el Padre. Jesús no necesitaba obtener autoridad sobre el diablo porque nunca la había perdido.

Jesús se vistió con un cuerpo físico para poder venir al mundo como hombre y ejercer autoridad sobre el pecado, la enfermedad, los demonios, el temor, la pobreza y todas las otras maldiciones que vinieron cuando la ley de la muerte entró en el mundo. Él lo hizo. Él triunfó, y Jesús dominó todo en el mundo intelectual y en el mundo físico. Antes de ascender, Él dijo: «Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra.» (Mateo 28:18), y luego nos otorgó esa autoridad al darnos Su nombre.

Nosotros somos la razón por la cual Jesús vino al mundo a morir y a resucitar. Él no lo hizo para Sí mismo, sino para que ocupáramos nuestro lugar a Su lado, a fin de que pudiéramos llevar Su nombre y ejercer Su autoridad en la Tierra. Él lo hizo para que pudiéramos estar delante de Dios y ser para Él todo lo que Jesús es.

Cuando naciste de nuevo, fuiste hecho ¡la justicia de Dios en Cristo! Por lo tanto, como creyente nacido de nuevo, atrévete a recibir este mensaje, a meditar en él y a ponerlo en práctica. ¡Vamos, atrévete a ocupar tu lugar!

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