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Simplemente aire

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Tercer micro relato sobre los cinco elementos. Simplemente aire No recordaba desde cuando pero debía hacer mucho tiempo que se maravillaba mirando hacia abajo. Allí, a parte de los árboles, los ríos, las montañas y los animales pululaban unos pequeños seres antropomorfos. Ella no sabia cual era su forma exacta, pero se veía grácil y se sentía hermosa. Los pájaros sonreían al verla, las ballenas abrían y cerraban su espiráculo lanzando alegres chorros y no había rincón de la Tierra que no hubiera visitado en alguna ocasión. No había espejo lo suficientemente grande para poder reflejarse porque aunque existían lagunas y lagos sobremanera calmados no era posible lograr el ángulo preciso ni capturar la suficiente luz. Lo había intentado en el pasado sin éxito. ¡Había intentado tantas cosas ya! El cielo azul que otrora fuera constante y normal salvo en las raras ocasiones que se producía un incendio provocado por un rayo o alguna tormenta de arena le cedieron el paso a la pastosa atmósfera blanquecina que desde hacía unas décadas era su artificial hábitat. Aquellos seres que tanto le divertían estaban contra toda lógica envenenando aparentemente los cielos desde unas máquinas con las que solía distraerse mientras como cada día se apoyaba en una nube o bebía el agua o dormitaba. Porque ella, nuestra amiga sílfide, no era una nube… Nuestra incorpórea amiga vivía y sentía y se relacionaba con el entorno a su manera. Amaba la belleza y se acongojaba con la desgracia. Muchos de aquellos seres que se autodenominaban hombres habían sido inspirados sin ni siquiera ser conscientes de ello por nuestra amiga aérea. Entre ellos el médico y alquimista Paracelso cuyo ansia de aprender era proporcional a lo mucho que desconocía. Ni su nombre supo. Impronunciable, más allá de las frecuencias que el oído humano puede escuchar y lejos de lo que los labios de los hombres pueden reverberar, así era su nombre. Penetrante como el viento del norte y suave y cálido como los vientos del sur. Eran pocos. De eso no tenía dudas porque el recuerdo de las idas y venidas de otros como ella quedaba apagado en la lejanía del recuerdo. Ninfa del aire que todo lo tuvo nada más ser. El cielo le proporcionaba todo y ella lo era todo para el cielo. Embellecía sin saberlo con solo su presencia. Por desgracia los cielos ahora estaban como plomizos, densos, sin la inmaterialidad de lo que parece vano pero está pletórico de vida. “Esos humanos están matando el aire” - se decía para sus adentros. Solo estando muy, muy atentos podríamos localizar su presencia en un cielo azul de bonitas nubes de algodón. Los cielos actuales llenos de rayas, borrones, de chorros sucios de todas las tonalidades de gris no les atraen ya que a casi nadie le gusta revolcarse en la basura. “Lo bueno o lo malo de ser un espíritu femenino del aire es que no puedo interactuar con lo material y lo material no puede mancharme, ni afearme, ni intoxicarme”- siguió pensando. “No es nuestra misión impedir la obra de los dotados de libre albedrío”- añadió. Inspirar a los hombres esa si era una de sus tareas centrales. ¡Qué se lo digan a Platón al lograr conectar el aire con la tierra a través del octaedro y el cubo! ¿Quizás se esperaban milagros o prodigios por parte de unas criaturas etéricas formadas por proto materia? No hay mayor portento que servir a la naturaleza y a todos los seres que en ella habitan logrando inspirarlos y ayudándoles a descargar sus pesares con tan solo mirar al cielo. Tener la cabeza en las nubes en contraposición a tener los pies sobre la Tierra. Estar enajenado frente a enfrentarse a la dura realidad. Como buen elemento primaveral, el aire de temperamento sanguíneo, nos altera y nos llena de inquietudes y deseos. Nos invita a soñar, a crear, a pensar y a innovar. “¿Cómo podría inspirar a los hombres para que dejasen de esparcir esos metales y otros muchos tóxicos desde sus máquinas voladoras?”- se preguntaba nuestra esbelta amiga. "¿Si ni mis dedos mueven ni mis labios pueden borrar de un soplido la basura que rocían a diario?” Allí abajo ya había comenzado un masivo despertar al enorme problema que los hombres de ciencia denominaban geoingeniería y que debía ser la solución a un problema imaginario que mutaba de nombre cada cierto tiempo. Ahora se llamaba cambio climático. De momento solo algunos pocos se atrevían abiertamente a señalar con el dedo hacia el cielo y parecer locos. Pero ya saben el dicho de primero los locos, luego los sabios y por ultimo el pueblo. Un buen día te levantas y sin más empiezas a mirar hacia el cielo haciéndote preguntas: ¿Siempre estuvo así? ¿Las nubes de mi infancia eran así? ¿Por qué desaparecen las nubes blancas de toda la vida al ascender a la zona donde están estas estelas que producen los aviones? Como dice el pintor Louis Cattiaux: "La tierra produce el agua y se nutre del agua. El agua engendra el aire y se vivifica del aire. El aire se convierte en fuego y se alimenta del fuego. El fuego torna a la tierra y sale de la tierra” Me pregunto si fue nuestra amiga sílfide la que le inspiró tan bellas reflexiones. Yo seguiré observando el cielo buscando en el atardecer su traslúcida y larga melena que logró inspirar a tantos buenos hombres en el pasado y que seguro seguirá en el futuro otorgándoles la facilidad para sintonizar sus propias ideas con la naturaleza, con el todo. La conexión mental la tenemos que establecer nosotros y por ello resulta imposible hacer ver a otro lo que vemos como propio. Es imposible hacer despertar a la realidad a alguien que sin siquiera saberlo jamás quedó perdido entre las nubes. Primero hay que perderse para poder encontrarse más tarde. Es por ello que la inspiración proviene del cielo, y no, no es simplemente aire. ..................................................................................................... Puedes encontrar este micro relato en Twitter aqui https://twitter.com/tecn_preocupado/status/1383127514688716804
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El cielo azul que otrora fuera constante y normal salvo en las raras ocasiones que se producía un incendio provocado por un rayo o alguna tormenta de arena le cedieron el paso a la pastosa atmósfera blanquecina que desde hacía unas décadas era su artificial hábitat. Aquellos seres que tanto le divertían estaban contra toda lógica envenenando aparentemente los cielos desde unas máquinas con las que solía distraerse mientras como cada día se apoyaba en una nube o bebía el agua o dormitaba. Porque ella, nuestra amiga sílfide, no era una nube… Nuestra incorpórea amiga vivía y sentía y se relacionaba con el entorno a su manera. Amaba la belleza y se acongojaba con la desgracia. Muchos de aquellos seres que se autodenominaban hombres habían sido inspirados sin ni siquiera ser conscientes de ello por nuestra amiga aérea. Entre ellos el médico y alquimista Paracelso cuyo ansia de aprender era proporcional a lo mucho que desconocía. Ni su nombre supo. Impronunciable, más allá de las frecuencias que el oído humano puede escuchar y lejos de lo que los labios de los hombres pueden reverberar, así era su nombre. Penetrante como el viento del norte y suave y cálido como los vientos del sur. Eran pocos. De eso no tenía dudas porque el recuerdo de las idas y venidas de otros como ella quedaba apagado en la lejanía del recuerdo. Ninfa del aire que todo lo tuvo nada más ser. El cielo le proporcionaba todo y ella lo era todo para el cielo. Embellecía sin saberlo con solo su presencia. Por desgracia los cielos ahora estaban como plomizos, densos, sin la inmaterialidad de lo que parece vano pero está pletórico de vida. “Esos humanos están matando el aire” - se decía para sus adentros. Solo estando muy, muy atentos podríamos localizar su presencia en un cielo azul de bonitas nubes de algodón. Los cielos actuales llenos de rayas, borrones, de chorros sucios de todas las tonalidades de gris no les atraen ya que a casi nadie le gusta revolcarse en la basura. “Lo bueno o lo malo de ser un espíritu femenino del aire es que no puedo interactuar con lo material y lo material no puede mancharme, ni afearme, ni intoxicarme”- siguió pensando. “No es nuestra misión impedir la obra de los dotados de libre albedrío”- añadió. Inspirar a los hombres esa si era una de sus tareas centrales. ¡Qué se lo digan a Platón al lograr conectar el aire con la tierra a través del octaedro y el cubo! ¿Quizás se esperaban milagros o prodigios por parte de unas criaturas etéricas formadas por proto materia? No hay mayor portento que servir a la naturaleza y a todos los seres que en ella habitan logrando inspirarlos y ayudándoles a descargar sus pesares con tan solo mirar al cielo. Tener la cabeza en las nubes en contraposición a tener los pies sobre la Tierra. Estar enajenado frente a enfrentarse a la dura realidad. Como buen elemento primaveral, el aire de temperamento sanguíneo, nos altera y nos llena de inquietudes y deseos. Nos invita a soñar, a crear, a pensar y a innovar. “¿Cómo podría inspirar a los hombres para que dejasen de esparcir esos metales y otros muchos tóxicos desde sus máquinas voladoras?”- se preguntaba nuestra esbelta amiga. "¿Si ni mis dedos mueven ni mis labios pueden borrar de un soplido la basura que rocían a diario?” Allí abajo ya había comenzado un masivo despertar al enorme problema que los hombres de ciencia denominaban geoingeniería y que debía ser la solución a un problema imaginario que mutaba de nombre cada cierto tiempo. Ahora se llamaba cambio climático. De momento solo algunos pocos se atrevían abiertamente a señalar con el dedo hacia el cielo y parecer locos. Pero ya saben el dicho de primero los locos, luego los sabios y por ultimo el pueblo. Un buen día te levantas y sin más empiezas a mirar hacia el cielo haciéndote preguntas: ¿Siempre estuvo así? ¿Las nubes de mi infancia eran así? ¿Por qué desaparecen las nubes blancas de toda la vida al ascender a la zona donde están estas estelas que producen los aviones? Como dice el pintor Louis Cattiaux: "La tierra produce el agua y se nutre del agua. El agua engendra el aire y se vivifica del aire. El aire se convierte en fuego y se alimenta del fuego. El fuego torna a la tierra y sale de la tierra” Me pregunto si fue nuestra amiga sílfide la que le inspiró tan bellas reflexiones. Yo seguiré observando el cielo buscando en el atardecer su traslúcida y larga melena que logró inspirar a tantos buenos hombres en el pasado y que seguro seguirá en el futuro otorgándoles la facilidad para sintonizar sus propias ideas con la naturaleza, con el todo. La conexión mental la tenemos que establecer nosotros y por ello resulta imposible hacer ver a otro lo que vemos como propio. Es imposible hacer despertar a la realidad a alguien que sin siquiera saberlo jamás quedó perdido entre las nubes. Primero hay que perderse para poder encontrarse más tarde. Es por ello que la inspiración proviene del cielo, y no, no es simplemente aire. ..................................................................................................... Puedes encontrar este micro relato en Twitter aqui https://twitter.com/tecn_preocupado/status/1383127514688716804
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